El canciller de la reunificación alemana. El arquitecto político del euro. Uno de los grandes artífices de que España entrara en las Comunidades Europeas. Y un líder, un pedazo de líder: todo eso fue Helmut Kohl. La Unión Europea ha despedido este sábado en Estrasburgo (Francia) con un imponente funeral de Estado a Kohl, canciller alemán entre 1982 y 1998, fallecido el pasado 16 de junio a los 87 años.
Ocho miembros de Wachbataillon der Bundeswehr se han llevado el féretro cubierto por la bandera europea con el hemiciclo del Parlamento Europeo en pie escuchando la Séptima de Beethoven: justo antes, y durante casi una hora, una catarata de discursos han glosado la figura de uno de los políticos europeos de más talla desde la posguerra. La canciller Angela Merkel ha cerrado ese acto con un discurso en el que ha destacado la “superación de las diferencias” que consiguió Kohl, en Alemania y en Europa.
Curioso: Kohl no quiso un funeral en Berlín; diseñó cuidadosamente cómo tenía que ser el acto de hoy y eligió ser despedido en Estrasburgo, la ciudad francesa que alberga la sede del Parlamento Europeo. Y deja así un último mensaje teledirigido a Merkel y a los ochenta millones de alemanes que hoy lideran Europa con más claridad que nunca. “Luchó por una Alemania europea y nunca más una Europa alemana: esa es la frase que define su legado”, ha afirmado el expresidente español Felipe González en un discurso brillante y emotivo.
El ex presidente Clinton con Merkel y Macron en Estrasburgo.
El ex presidente Clinton con Merkel y Macron en Estrasburgo. PATRICK HERTZOG AFP
Kohl empezó en política como un torpe paleto provinciano, según explicaba él mismo a la menor ocasión, pero dejó que el hábito del poder le hiciera monje de su gente: primero de su región de origen, el Palatinado: después de su país, Alemania; simultáneamente, de la Unión Europea. Con dos grandes hitos por encima de todos: la unificación posterior a la caída del Muro (con la paridad entre el marco del Este y el del Oeste, en contra del criterio del Bundesbank y en contra de la opinión pública), y la creación del euro (de nuevo a pesar del recelo de los alemanes).
“Sus decisiones le costaron perder elecciones, pero se rebeló contra una forma de política dominada por lo inmediato y se guió siempre por la voluntad de construir, no de derribar”, ha dicho el expresidente estadounidense Bill Clinton. “Kohl era un patriota alemán y europeo: un líder que sabía unir a la gente, un gigante de la posguerra”, ha subrayado el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. “Llegó al poder con una Alemania y una Europa separadas, y dejó como legado la unificación”, ha resumido Merkel.
En primera fila, su viuda, Maike Kohl-Richter, ha escuchado atentamente a Merkel y al resto de líderes en sus tentativas hagiográficas. Kohl-Richter desveló hace unos días que Kohl deseó fervientemente un funeral de Estado, pero en Estrasburgo, y no en Berlín o cualquier otra ciudad alemana: en una ciudad francesa cercana a la frontera alemana y a la vera del Rin. Esa decisión ha levantado cierta polvareda en Alemania. Dicen que una bella muerte "totta una vita onora”. Esa polémica, con esa suerte de mensaje telegrafiado como epitafio político, es una muestra final de uno de las grandes liderazgos de la Europa de la posguerra.