03/05/2025 - Edición Nº3327

La Plata

Temas urbanos

¿Qué nos pasa a los platenses que permitimos que la intolerancia le gane a la convivencia?

09/02/2020 | El 6 de febrero, Gonzalo, un joven inspector de tránsito cumplió con su trabajo al tratar de corregir una contravención y una mujer exaltada lo agredió delante de decenas de vecinos. Una semana antes, el intendente Julio Garro recibió en su despacho a un grupo de agentes que fueron maltratados por situaciones similares. ¿Desde cuando la intolerancia es la regla y la convivencia una tímida excepción?.


por Fabricio Moschettoni, editor de ImpulsoBaires / Twitter @FMoschettoni


En doble fila con su auto en pleno centro, un conductor bajó por una diligencia y dejó a su pareja a la espera. Advertidos de la contravención en curso un grupo de agentes de tránsito de la Municipalidad le pide a la ocupante del vehículo que lo corra o que comunique al titular la situación irregular. La mujer, lejos de dialogar insultó a los inspectores: “los voy a hacer echar”, atacó prepotente y apuntando con el dedito.

Con 36° de temperatura en una de las jornadas más fastidiosas del verano la comisión de Control Urbano no perdió la paciencia, buscó seguir dialogando en imposible misión. En eso, los inspectores desbordados piden ayuda a un compañero que estaba en segundo plano de la escena, y ahí es cuando interviene Gonzalo, pero la suerte no lo acompañó y solo encontró más insultos y amenazas.
Sin conseguir que por el diálogo se termine el incidente, los agentes proceden a labrar un acta y es Gonzalo quien le pregunta a la exaltada señora si recibe la oblea o la pega en el auto, pero ahí es cuando la reacción fue de violencia física: “me rompió la oblea en la cara”, dijo el trabajador.

En diálogo con el canal TN al día siguiente del altercado, Gonzalo sostuvo en un tono respetuoso y aún sin salir del estado de conmoción, lo siguiente: “sentí impotencia. Sentí como si fuese una madre, ¿pero qué madre trata así a un hijo?. ¿Si la señora tiene hijos qué dirán ellos?”.

La reflexión de Gonzalo, simple pero contundente, no deja mucho más que agregar al repudiable episodio. La gente que estaba en el lugar felizmente no actuó con indiferencia, se involucró y manifestó a viva voz un rechazo hacia la mujer violenta, quien se retiró son su pareja haciendo gestos obscenos completando así un acto bizarro.

Este episodio que se hizo conocido luego de difundirse masivamente un video casero y cobró relieve nacional solo porque había un registro, se repite lamentablemente a cada rato, y los trabajadores municipales de Convivencia pueden dar variados testimonios.

Unos días antes, el 31 de enero, el intendente Julio Garro recibió a Fernanda, Patricia, Roxana, Mario y Melisa, todos ellos agentes municipales de Convivencia, como Gonzalo, quienes también habían sido agredidos en diferentes episodios.

Según detallaron los agentes, durante un operativo nocturno multaron a un motociclista que circulaba sin casco por la calle 50 e/ 7 y 8 y éste los atacó físicamente; mientras que en un segundo hecho, las inspectoras fueron insultadas y agredidas por un conductor sancionado por circular en contramano y estacionar en una ochava.

“Espero que no tengan que volver a pasar por algo así y que nos sirva a todos para tomar conciencia, respetar el trabajo del otro y cumplir las normas de tránsito”, reflexionó el mandatario quien no dudó en convocarlos para darle su respaldo y el del Estado que representa.

¿Qué nos pasa?

Cuentan que alguna vez Pedro B. Palacios, -Almafuerte-, se quejó en sus tiempos por la invasión del espacio público con sillas y mesas de los bares. Seguramente, si eso ocurrió, fue allá por 1900 o algunos años más.

El problema de la invasión en crecimiento del espacio de todos en la Ciudad fue escalando posiciones sistemáticamente, y en las últimas décadas el condimento fue la violencia. 

Se empezó con una silla y una mesa de los bares, en donde seguramente la Municipalidad habilitaba cinco, pero terminaban colocando diez. El tema, como un anticipo localista de la ´teoría de las ventanas rotas´ de 1969 (Philip Zimbardo, psicólogo. Universidd de Stanford, EEUU), se fue multiplicando hasta llegar a la actualidad, en donde la calle parece una selva, y los ciudadanos unos primates que no respetamos reglas bajo ninguna naturaleza.

El episodio de Gonzalo empezó con la ocupación ilegal de un espacio público: estacionar en doble fila comienza siendo eso, y terminó con una resistencia violenta de una persona que no respetó ley ni orden, y que solo reaccionó de una manera miserable en contra de un grupo de vecinos que además son los funcionarios encargados de hacer cumplir ordenanzas y leyes, las que antes fueron adoptadas como conjunto social para vivir de manera armoniosa.

El nuevo pacto social está a un paso, ¿lo intentamos?

Hace menos de un año el Concejo Deliberante tiene un impecable proyecto de Código de Convivencia que envió el intendente Julio Garro después de que sus funcionarios lo debatan con los vecinos en clubes e instituciones barriales. Nunca La Plata tuvo un proyecto tan claro y avanzado para empezar a ordenar inconductas que lamentablemente hemos adoptado como normales, pero son las que erosionan nuestra calidad de vida.

Saber claramente en donde terminan nuestros derechos y empiezan los de los demás; no hacer del espacio público una cuestión privada; respetar las señales de tránsito; ser responsables como automovilistas, pero también como peatones; tener la atención del caso cuando sacamos a nuestras mascotas a pasear; entender que no podemos estar lavando un automóvil en la vereda; no dejar los vehículos en cualquier lugar. En síntesis, se trata de un nuevo acuerdo social para recuperar nuestros valores, para bajar el nivel de violencia con que nos manejamos y dar lugar a las prácticas cordiales. Ser buenos vecinos, de eso se trata.

Ese proyecto de Código de Convivencia que llegó a las comisiones del Concejo Deliberante consiguió un fuerte respaldo popular en las localidades y barrios por donde pasó para ser debatido, y eso le da una legitimidad robusta.

Que la política local no tenga miedo de debatir con seriedad, que deje dogmatismos y posturas cargadas de ideologismos absurdos y piensen en el prójimo; en el vecino que todos los días hace los mandados a pie; que quiere estacionar su automóvil en su cochera pero tiene una invasión de coches en doble fila que se lo impide; que quiere cruzar una calle ejerciendo su derecho pero piqueteros traídos de quien sabe qué lugar del conurbano lo hace sentir un extraterrestre. Que piensen en el comerciante que quiere trabajar pero la venta ilegal que apaña una buena parte de la oposición local “frentetodista” lo perjudica, y cuestiones similares que merecen ser atendidas con seriedad: ¡Son concejales, no adolescentes que se creen revolucionarios porque tienen un centro cultural con más freezer que arte, y se la pasan defendiendo consignas fuera de época y lugar!. 

Una vez más nos ilusionamos con que podemos vivir con mejor calidad de vida. La herramienta está en el Concejo Deliberante y los concejales tienen que tratarla porque así Gonzalo, Fernanda, Patricia, Roxana, Mario y Melisa van a notar que el trabajo que diariamente hacen para cuidarnos vale la pena, y desde algún lugar Almafuerte podrá ver cómo sus rezongos, -si efectivamente existieron-, no quedaron en abstracto, y que finalmente algún día empezamos a cuidar el espacio público y el significado que tiene para nuestra convivencia.

El mundo cambia, nosotros debemos cambiar.