La mirada de Jorge Joury
Donde la vacuna no llega: Un pueblo exhausto y hasta niños sufriendo tics
Después de casi 150 días de aislamiento, los infectólogos le aconsejaron al Presidente dejar de hablar de cuarentena y poner el foco en la necesidad de cuidados, dando a paso a una nueva etapa sanitaria, evitando que se repita un escena que ya no genera buenas expectativas en la población. Pero las secuelas de esta dura etapa, están a flor de piel. Todos hemos perdido algo. Los más mayores, un pedazo de vida. Y también hay consecuencias psicológicas. Por el temor a ser contagiado o a contagiar, sufrimos ansiedad, sensación de frustración y aburrimiento. Saturación por la abundancia de informaciones negativas. Y preocupación por la situación de los familiares y amigos. Estas son solo algunas de las manifestaciones más frecuentes derivadas del prolongado aislamiento social que llevamos.
La mayoría de los psicólogos consultados coinciden en que cuanto más se prolongue en el tiempo este proceso, más factura pasará al bienestar emocional e incrementará los casos de estrés y ansiedad en grandes y chicos. El anuncio de que la vacuna puede estar para fin de año, trajo una enorme ráfaga de alivio, pero aún falta el último tramo de los protocolos.
Y en este escenario, los periodistas también tuvimos nuestra cuota de sufrimiento. Por ejemplo, el 70% de quienes nos dedicamos a esta difícil profesión, hemos sido censurados como nunca por el virus en nuestras libertades.
Sencillamente por no poder abrazar a nuestros seres queridos, festejar cumpleaños o por no poder movernos por fuera de nuestro territorio o compartir un café con amigos. Dominados por la ansiedad y depresión, aprendimos a manejarnos a los codazos para evitar contagios y la sobrecarga de información, nos contaminó.
Expertos psicólogos coincidieron en que el saldo más negativo que está dejando el coronavirus a la sociedad, “es una pandemia de enfermedad mental” que ya perjudica a un importante número de jóvenes que están padeciendo trastornos de ansiedad o depresión.
Una reciente y precisa investigación de la Fundación INECO evaluó los efectos en la salud mental de la población y mostró que “la salud no se puede separar en salud física y mental, la salud es integral y hoy los argentinos estamos exhaustos”.
El trabajo que la fundación realizó a los 6 días de iniciado el aislamiento y otro a los 72, dejó al descubierto cifras alarmantes: 6 de cada 10 argentinos tienen síntomas de depresión. Esto cuadruplica o quintuplica los valores prepandemia”.
Se señaló al respecto que los jóvenes son los más afectados. “Según el trabajo en INECO, 8 de cada 10 tienen síntomas de depresión leve, moderada y severa; y más de 6 de cada 10 tienen síntomas leves, moderados o severos de ansiedad”.
Los especialistas manifiestan que: "Los jóvenes están siendo muy afectados y lo que tenemos que evitar es que esto se haga crónico. La salud es una sola, y si no se pone como prioridad, la Argentina va a tener que ser reconstruida. Si tenemos un pueblo quemado, una sociedad exhausta, por más que arreglemos la deuda o traigamos inversiones, si tenemos un pueblo deprimido, desmotivado y ansioso, estamos frente a un problema no solo humanitario, sino social y económico”, se señaló.
Tampoco se puede dejar de señalar, que la mayoría de los pediatras platenses están detectando en estas semanas un aumento en las consultas de padres preocupados por los tics que los chicos empezaron a hacer de un día para el otro. También hay requerimientos por regresiones en la conducta. Por ejemplo, hay chicos que empezaron a hacerse pis. En la mayoría de los casos, está vinculado al estrés que viven puertas adentro por la cuarentena y porque no pueden jugar con amiguitos. "Notamos un aumento en las consultas y en la conversación de los pediatras. El rango de edad donde más están apareciendo los tics es entre los 4 y los 6 años. La mayoría son tics motores, como pestañeo, movimientos con la boca o con el cuello, y también de sonidos con la lengua y la boca", explicó un neurólogo Infantil. Si bien la primera consulta de los padres se hace con el pediatra, en muchas ocasiones, se remite a un neurólogo infantil para descartar otras patologías.
"Los tics son un intento de controlar lo que pasa. Son inconscientes. Los chicos están intentando catalizar lo que les pasa y no logran decir o manejar", explica Beatriz Bakalarz, miembro del Comité de Familia y Salud Mental de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP). "No hay que atacar al tic. Es un síntoma. Algo estaba pasando y esto lo mostró", dice
Los especialistas explican que los tics son movimientos inconscientes, o también sonidos y vocalización que ocurren súbitamente, de forma recurrente, y con frecuencia, como si fueran movimientos normales. Algunos chicos guiñan un ojo, otros fruncen el ceño, chasquean la lengua, giran el cuello o suben los hombros. Estos son los más habituales.
Los periodistas tampoco nos salvamos de los efectos emocionales que provoca la pandemia. Una encuesta realizada por el Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo y la Universidad de Toronto pidió la opinión a 73 colegas de organizaciones internacionales de noticias. La característica de este grupo, es que todos han trabajado en historias directamente relacionadas con la pandemia casi a diario. El sondeo tuvo una tasa de respuesta del 63 %. sobre su trabajo, salud mental y preocupaciones en junio de 2020, durante un período en el que COVID-19 de alguna manera estaba afectando a todos los países.
El muestreo, dirigido por el Dr. Anthony Feinstein, Profesor de Psiquiatría de la Universidad de Toronto y neuropsiquiatra, y Meera Selva, directora del Programa de Becas de Periodistas del Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo indagó sobre cómo los periodistas se ven afectados cuando informan sobre eventos extremos, incluidos los ataques terroristas del 11 de septiembre, la guerra de Irak, el crimen organizado en México o el ataque de al-Shabaab en el Westgate Mall en Kenia.
La mayoría de los encuestados, alrededor del 70%, padecen ciertos niveles de angustia psicológica y las respuestas sugieren que el 26% tiene ansiedad clínicamente significativa compatible con el diagnóstico de trastorno de ansiedad generalizada, que incluye síntomas como preocupación, insomnio, falta de concentración y fatiga.
Alrededor del 11% de los consultados reconocieron síntomas prominentes de trastorno de estrés postraumático, que incluyen pensamientos y recuerdos intrusivos recurrentes de un evento traumático relacionado con COVID-19, un deseo de evitar recuerdos de lo sucedido y sentimientos de culpa, miedo, ira, horror y vergüenza.
Según los investigadores, “los hallazgos son tan sorprendentes que creemos que es importante disminuir la presión bajo la cual están trabajando muchos periodistas para que los medios de comunicación y otros puedan considerar cómo responder a los problemas que identificamos”.
Hay que destacar que la muestra se enfocó en periodistas experimentados, que trabajan en general en medios noticiosos establecidos, con un promedio de 18 años de experiencia, y prácticamente todos, el 99 por ciento, se consideran en buena salud física. Pero aun así, las circunstancias les han afectado fuertemente. La situación bien podría ser aún peor en partes menos privilegiadas de la profesión periodística“, agregan los autores del estudio.
Algunas respuestas hicieron foco en que el mayor estrés venía por la falta de fuentes confiables y el miedo a que la información publicada no fuera veraz. Para otros, la causa de estrés mayor era la dificultad de informar sobre una historia en un momento en que la confianza en los medios está disminuyendo.
“Encontrar cosas para documentar que informen al público es extremadamente difícil con la desconfianza hacia los medios en su punto más alto. Las reuniones pueden volverse hostiles contra nosotros en un instante y la idea de que los medios de comunicación tienen otra agenda que no sea simplemente documentar este momento en nuestra historia colectiva es generalizada. Esta tensión de tener que seguir un ritmo nuevo y complejo con apuestas altas y a menudo personales combinadas con un cambio dramático en los patrones de trabajo bien puede haber contribuido directamente a los altos niveles de angustia mental y ansiedad”, apunta la investigación.
El informe da cuenta además que los periodistas han tenido un apoyo moderado de sus periódicos. En promedio, los encuestados otorgan a su medio de comunicación una puntuación de 6 sobre 10, donde 10 fue muy solidario y 0 no lo fue en absoluto.
El análisis preliminar sugiere que la angustia psicológica se correlaciona también significativamente con la ausencia de asesoramiento, por lo que los periodistas que no recibieron información detallada desde el comienzo de la pandemia están mucho más angustiados.
*Jorge Joury es licenciado en Ciencias de la Información, graduado en la UNLP y analista político. Para consultar su blogs, dirigirse al sitio: Jorge Joury De Tapas.