
por Fabricio Moschettoni, editor de ImpulsoBaires / Twitter @FMoschettoni
El Gobierno del presidente Alberto Fernández se planteó tres objetivos económicos para este año: controlar el tipo de cambio, bajar la inflación y reactivar salarios. Hasta el momento solo está intentando cumplir el primero, aunque con parches y ayuda del sector agropecuario. En el caso de salarios e inflación la derrota es por goleada.
Hasta el momento no hay perspectivas para que los salarios le ganen a la inflación durante este año, y por ejemplo algunos nichos sensibles, como pueden ser los docentes bonaerenses, cerraron paritarias por debajo de la perspectiva inflacionaria negociando en un 32% aunque la Federación de Educadores Bonaerenses pidió actualizar en septiembre próximo.
En tanto, la inflación de los dos primeros meses de año fue de 7.6%, e incluso anclando algunos ítems como por ejemplo controlando precios desde programas específicos destinados al rubro alimento que así y todo fue superior al promedio de inflación en cuanto a incrementos. También se desactualizaron las tarifas y además de eso hay previsto varios aumentos de combustibles para los próximos tres meses que podrían estar en el rango de 15 a 18 por ciento.
O sea, con parte de la economía amordazada para que no se disparen aumentos, una enorme masa de emisión monetaria sin respaldo y un marco de gran incertidumbre todo hace pensar que el gobierno estará lejos de los 29% de inflación anual que en algún momento se había planteado. Para que esa meta la pueda cumplir, desde marzo a diciembre la inflación no deberá superar un 2.14%, o sea una cuestión utópica.
Con ese escenario los 38% de informalidad podrían crecer significativamente, aunque se entiende que hoy por hoy es la única alternativa para enormes franjas sociales de tener al menos un pie tocando el sistema.