
por Jorge Joury *
"La campaña presidencial del ministro será la más cara de la historia: costará una hiperinflación", predijo Luciano Laspina, el asesor de la presidencial Patricia Bullrich.
Hay consultoras que ya hablan de un 14% de piso para septiembre, una cifra que parece verse confirmada en las remarcaciones de precios que casi a diario envían los fabricantes de alimentos a los supermercadistas.
Un informe de la Fundación Mediterránea dio cuenta que la nueva “inflación núcleo” -que excluye a los precios regulados y a los de variación estacional- ya se instaló en la zona del 13,8% mensual y que si se anualiza el promedio de los últimos tres meses, el resultado da un 183%.
Massa reparte irresponsablemente dinero que no es suyo. El candidato se financia con más de tres billones de pesos de todos los argentinos. Primero arregló con el Fondo y después le hizo pito catalán. Blindó el camino de desembolsos hasta que se defina la elección, se dio vuelta y empezó a gastar a mano suelta.
Massa está dispuesto a quemar las naves con tal de entrar al ballotage. Sabe que si no lo logra, la bomba la explotará en las manos y el gobierno correría peligro de no llegar al 10 de diciembre. Eso podría derivar en tener que anticipar la entrega del poder, como ya se murmura en el círculo rojo.
Como si estuviera rompiendo piñatas, Massa en pocos días anunció bonos, compensaciones, baja de impuestos, sorteos de bicicletas, autos y electrodomésticos. En una semana derramó 1,3 puntos del PBI a la calle para amortiguar el tremendo impacto del índice de inflación más alto en más de tres décadas. Se sacó el traje de ministro y salió a reventar la tarjeta. Si cumple su sueño y llega a la Casa Rosada, se encontrará con los restos humeantes de sus propias e imprudentes decisiones y tendrá que aplicar el peor de los ajustes, algo que al peronismo le pone los pelos de punta.
Desde que asumió, el ministro de Economía ya acumula un récord de140% de inflación.
Su campaña está en un sendero de arenas movedizas: cuanto más se mueve, más se entierra. Después de la devaluación del 14-A, el ministro les pidió a las compañías que el tope de ajuste mensual debía ser 5%. El problema, es que ahora, varias de esas empresas aseguran que no lo pueden cumplir. Los ejecutivos observan que lo que ellos dejan de ajustar lo terminan haciendo otros protagonistas de la cadena comercial, ya sean distribuidores, mayoristas o los propios comercios pequeños.
Por eso, en algunas de las firmas que dominan el mercado ya se habla de “economía de guerra”, lo cual significa una menor oferta de productos en los comercios (grandes y pequeños), una caída respecto de lo que está sucediendo hoy en día.
Los comerciantes se quejan por la escasez de productos brasileños. Desde allí llegan, por ejemplo, artículos de los rubros limpieza e higiene personal.
También existen inconvenientes con el abastecimiento de café y hasta de cereales, que provienen desde el país vecino y -aparentemente- ahora faltan por culpa de la escasez de divisas.
La semana próxima el gobierno recibirá otra mala noticia. A pocos días de que el INDEC difunde la estimación oficial de pobreza correspondiente al primer semestre del año, proyecciones privadas basadas en las estadísticas que el propio organismo difundió en las últimas horas sobre la distribución del ingreso en la Argentina arrojan cifras alarmantes. La población por debajo de la línea de pobreza en la primera mitad del año superó el 40%, de acuerdo a los economistas especializados más respetados en esta área.
El descontrol de precios afecta al que menos tiene y empuja día a día a cada vez más gente por debajo de la línea de pobreza.
Solo en el último año se estiman dos millones de nuevos pobres, a razón de 20 nuevos por minuto, algo así como uno cada tres segundos. Argentina se encuentra inmersa en este flagelo desde la derogación de la Ley de Convertibilidad allá por el año 2002. Desde aquel tiempo a hoy la inflación acumulada es de más de 31.000%
El salario promedio en dólares es hoy una cuarta parte de lo que era éste a mediados de los años 90. Además se calcula que uno de cada tres trabajadores formales es pobre y aún no lo sabe.
Con semejante panorama inflacionario, ni siquiera la motosierra y la dolarización que promete Javier Milei acercan una cuota de esperanza. "Es un espejismo”, señalaron de manera contundente unos 170 economistas en macroeconomía y finanzas de distintas escuelas y advirtieron a la vez que la dolarización puede conducir a una “hiperinflación y un estallido”.
Mientras tanto, el mundo nos cierra las puertas y banqueros de Wall Street dejaron un mensaje sugestivo a los enviados de Milei: “para la Argentina no hay un dólar”. El mercado sigue con mucha cautela los acontecimientos políticos y se prepara para la posibilidad de una victoria del libertario, mientras crece el temor de una salida descontrolada de la actual crisis.
Los empresarios prevén un 2024 muy duro para el país. El fallo en primera instancia de la justicia norteamericana, que obliga al Estado argentino a pagar USD 16.000 millones por la expropiación de YPF, cayó como una verdadera bomba. Significa otra gran mochila para el Gobierno que asuma el 10 de diciembre, pero además consolida una idea letal y muy arraigada en el mundo de las inversiones: en la Argentina no se respetan los contratos.
La primera de las grandes bombas que le pueden explotar a la próxima administración, es la deuda remunerada del Banco Central (BCRA), popularmente más conocida como “bola de Leliq”, que marcó un nuevo récord al superar los $20 billones ($14,71 millones en esos instrumentos y otros $5,32 millones en pases). Así, pasó a representar un monto equivalente a entre 11 y 11,5% del Producto Bruto Interno (PBI).
Para que se tenga dimensión de la gravedad de la situación, el pasivo se multiplicó 18,2 veces durante el mandato del presidente Alberto Fernández (era de $1,1 billones al asumir), quien había hecho campaña en la última elección presidencial calificándolo de “usurero” y prometido, incluso, usar lo que el ente monetario gastaba en mantenerla regularizada para poder aumentar en un 20% las jubilaciones.
Quien asuma la presidencia el 10 de diciembre y haga la autopsia de la herencia nefasta que recibe, se encontrará con que el país está en ruinas y se está convirtiendo en la villa miseria más grande de América. El populismo kirchnerista, después de 20 años de fracasos, ha dejado tierra arrasada, con alta inflación, emisión descontrolada y cepo.
Nuestra moneda se muestra cada vez más débil: en seis años el peso perdió 94% de su poder de compra de bienes básicos. Por poner un ejemplo: En 2017 con $10.000 se podían adquirir 2,9 veces una canasta de productos publicada por el Indec. Hoy esa relación se achicó a la quinta parte.
Mientras tanto, según las proyecciones de la consultora Focus Economics, Argentina podría alcanzar un triste récord en 2024 y quedar primero en el ranking de inflación en la región. El documento, basado en las proyecciones de más de medio centenar de entidades financieras y consultoras económicas, da cuenta que los precios subirán en Argentina un 130% el año que viene y superarán incluso a Venezuela (128%).
De confirmarse las estimaciones, la inflación en la Argentina pasaría del 116% en 2023 a 130% en 2024, mientras que en Venezuela descendería de 291% a 128%.
“La Argentina será la economía con peor desempeño de América Latina este año y el próximo, afectada por controles de divisas, una inflación desbocada, políticas económicas ineficaces, la sequía y altísimas tasas de interés”, señala el documento, que espera, en promedio, una retracción del 0,3% del PBI en 2024 tras una caída del 2,5% este año.
En la mirada general de los especialistas, el estado de abandono de Argentina es brutal. Ya no solo los indicadores son preocupantes sino que aquello que se avizora en el horizonte parece ser por lo menos confuso y difícil de visualizar.
En medio del desbarajuste general, todos los días se engorda el Estado con la designación de nuevos empleados, con sueldos voluminosos en cargos claves. Eso, mientras también se benefició a miles y miles de trabajadores públicos contratados como “planta transitoria” a la totalmente estable “planta permanente”. El Gobierno ha esquivado las trabas con argumentos muy creativos. Por ejemplo, hay nuevos e insólitos organismos, de nombres pomposos, pero de objetivos poco claros, donde el proyecto del kirchnerismo guarece a sus adeptos.
En lo que tiene que ver con el Plan Platita que ahora viene recargado, el Gobierno le giró $700 mil millones para piqueteros y Tarjeta Alimentar en plena campaña electoral. Se trata de un incremento del 65% en las partidas del Potenciar Trabajo y la Tarjeta Alimentar, que manejan el Movimiento Evita y La Cámpora. Sólo entre esos dos programas del Ministerio de Desarrollo Social, hasta fin de año se gastarán $1,8 billones.
Otros rubros preocupantes, son la falta de educación y los problemas de acceso a la salud. En algún momento el país fue la envidia del mundo en materia educativa, pero hoy nos desmoronamos en los rankings internacionales. Son los sindicatos los que deciden qué días los chicos van a clase y que días no. Además, los maestros cobran miserias y el adoctrinamiento en las aulas son parte del paisaje cotidiano por el que nadie parece estar demasiado preocupado.
El número de empresas se ha reducido considerablemente, la presión impositiva se ha duplicado en lo que va del siglo 21, el Estado de ha agrandado a niveles insostenibles, las empresas públicas no detienen sus déficits (que ya se estiman en 6.000 millones de dólares anuales) y el asistencialismo se ha extendido hasta puntos inimaginables.
El comercio exterior también sufrió la devastación. A mitad del Siglo 20 el país representaba el 3% del comercio mundial: hoy apenas el 0,15%. De haber mantenido aquella porción, hoy Argentina exportaría cerca de 600.000 millones de dólares, lo que dejaría obsoletas las discusiones sobre pobreza, indigencia y empleo.
El esquema cambiario, entre cepos y retenciones a las exportaciones no es más que el gran resumen que valida toda la hostilidad de la mayoría que nos ha gobernado en contra el sector privado, el desarrollo y el respeto por la propiedad privada.
Las restricciones al ingreso de importados asfixian a un número cada vez más amplio de sectores, que sufren una afectación que no ha dejado de acelerarse en los últimos días a partir de la decisión oficial de no aflojar el cepo que bloquea el acceso al dólar. A las complicaciones que atraviesan nichos como la construcción o la electrónica, en estas semanas se sumó un faltante de insumos y materiales médicos que encendió todas las luces de alerta en ese ámbito. El desabastecimiento de elementos y compuestos redunda en el aplazamiento de tratamientos o intervenciones de alta complejidad y amenaza impactar hasta en los procedimientos más básicos. Fuera de clínicas y consultorios, las automotrices se añadieron al grupo de los espacios impactados y en las últimas horas actores clave del sector del calzado también entraron en fase de parálisis.
Es fácil saber lo que deja la mochila K después de este despilfarro. Seguramente las palabras sudor y lágrimas, serán las que dominen el escenario cuando llegue el momento del desembarco del futuro gobierno y haya que poner manos a la obra para reparar los daños.
*Jorge Joury es licenciado en Ciencias de la Información y analista político. El 22 de noviembre de 2017, el Concejo Deliberante de La Plata lo declaró "personalidad destacada en el periodismo".