
por Fabricio Moschettoni, editor de ImpulsoBaires / Twitter @FMoschettoni
En una nota interesante para su lectura total, Osvaldo "Coni" Cherep se pregunta: “¿Qué hizo o qué hace Martín Lousteau para molestar a tantos a la vez?”, y responde: "Lo poco que debe hacer un dirigente opositor y con algo de responsabilidad: Política. Hacer uso de sus facultades como legislador, proponer una alternativa a la propuesta del gobierno, y de ese modo, garantizar que si la media sanción de diputados era rechazada, su propuesta le permitiera al ejecutivo, sostener posibilidades de recuperarla en la cámara de origen".
Lousteau encontró una grieta en el escenario político argentino, entró y la está aprovechando, marcando un estilo con propuestas, y en el debate por la Ley de Bases en el Senado lo hizo con responsabilidad, tratando de hacer incorporaciones que amplíen la base de legitimidad de una iniciativa que, cuando se convierta en ley, es probable que deje plasmada una realidad como si fuese un espejo roto, en donde varios buscarán reflejarse en alguna parte de su articulado, pero difícilmente lo puedan hacer en una integración.
Los libertarios son superficiales para la crítica, por lo que hicieron un impresionante ataque con sus ejércitos de troles, pero, sin embargo, desde las bancas no pudieron esbozar argumentos de peso para desacreditar al presidente de los radicales. La mayoría de los senadores radicales, por otra parte, quedaron descolocados acompañando una iniciativa oficialista que no despierta ningún entusiasmo. Y los kirchneristas no consiguieron salir de la negativa por la negativa misma.
¿Hay lugar para la coherencia en la política argentina? El ruido de los programas nocturnos de la tele, las tribunas improvisadas y muchas veces operadas, y la falta de reflexión son el juego perfecto que buscan los extremos: gritar, putear, descalificar, meterse en la cama de los dirigentes parece una cuestión que se está naturalizando.
Pero en medio del túnel puede verse otra alternativa, como es la recuperación de la política, y encontrar, como sugirió el autor citado, mediante la simple herramienta de la política, alternativas para la gobernanza.
Nuestra civilización perduró por el contractualismo, por hacer acuerdos en las sociedades para preservar los valores mínimos que son la tolerancia, el respeto, la posibilidad de disentir, la forma de encontrar diferentes caminos que nos hagan prosperar, incluso apelando al ensayo y error.
Imaginemos qué sería de nosotros si volvemos al estado de naturaleza, ¿hubiésemos llegado a esta instancia como civilización? Por eso, la política es la base esencial para garantizar la convivencia, los acuerdos, y a su vez tener gobernantes que aseguren el orden social, y gobernados que discutan e interpelen cuando las decisiones no garantizan el bien común.
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