
por Fabricio Moschettoni, editor de ImpulsoBaires / Twitter @FMoschettoni
Al presidente Javier Milei le gusta compararse con el expresidente Julio Argentino Roca. En realidad, toma como simbolismo la etapa posterior a las presidencias fundacionales, -Bartolomé Mitre, Domingo Sarmiento y Nicolás Avellaneda-, para considerar que hay un modelo liberal que puede hacerse cargo de los problemas nacionales. En ese contexto, el gobierno publica un relato que no está para nada fundado en el rigor de la historia para poder sostenerse. El roquismo, que comenzó en 1880 y se proyectó hasta 1916, pensó en el liberalismo como una etapa posterior a sentar las bases de un país, y para eso siempre tuvo presente la necesidad de un estado fuerte mediante la infraestructura, la fundación de ciudades, y la educación pública como pilares estratégicos.
El presidente Javier Milei acumula errores groseros, pero no está solo en esa deriva: hay responsabilidad también en quienes, con devoción ciega, le susurran “al Javo” que todo marcha bien, mientras la realidad les grita lo contrario. La derrota del domingo fue brutal, más de 13 puntos abajo frente a ese pasado al que intentó clavarle los clavos del ataúd. Pero en política, los muertos no solo reviven: lo hacen con una energía inesperada, como si el entierro prematuro les diera combustible para volver con más fuerza.
La nacionalización de una elección municipal: estrategia que salió mal
La elección bonaerense fue nacionalizada por el propio presidente, que se involucró en listas, actos y estrategia territorial. El resultado fue la derrota que lo humilló, con un mensaje claro: el segundo círculo que lo apoyó en el balotaje ahora le pasó factura. El violeta que tapó al amarillo terminó expulsando a los votantes medios que le dieron volumen electoral. El PRO, lejos de ser un cadáver político, mostró músculo en distritos clave como Vicente López, San Nicolás, Junín y Pergamino.
Hace apenas una semana, Corrientes encendió una luz de alerta que el armado presidencial prefirió ignorar. En su afán por referenciarse en el tiempo histórico del roquismo, Milei olvidó que aquel presidencialismo fuerte no era solitario: convivía con gobernadores que fundaban ligas provinciales, tejían poder real y equilibraban la balanza institucional. Esa fórmula —presidente con aura de monarca, pero rodeado de caciques territoriales con peso propio— sigue vigente, aunque mutada. Milei, en cambio, se quedó con la postal más cómoda: la del presidente-rey, sin contrapesos, sin federación, sin juego político. Una lectura parcial de la historia que, como toda simplificación, termina siendo peligrosa.
La peronización libertaria y el rechazo a aliados naturales
En paralelo, este domingo 7 en Buenos Aires, se sumaron errores propios de construcción de La Libertad Avanza, una excesiva “peronización” a manos del presidente de ese espacio, Sebastián Pareja, y exclusiones de cuadros propios muy valiosos, como la negativa por entender que una alianza con el PRO tenía que ser representativa de la cultura organizacional de un espacio que tiene un cuarto de vida, y un líder al que sus seguidores respetan, como es el expresidente Mauricio Macri. La humillación que hizo Milei en conjunto con el armado encabezado por su hermana y Pareja hacia socios naturales como el PRO, algunos radicales, y también una buena parte de vecinalistas fue el clavo para el ataúd, pero en este caso no fue hacia el kirchnerismo sino hacia los libertarios.
Vetos, insensibilidad y el altar al mercado
En el Congreso Nacional también se venían verificando los errores del Gobierno. Los últimos vetos presidenciales a leyes sensibles vinculadas con los jubilados o a los discapacitados movilizaron a una buena parte de la población. Hablar de superávit fiscal con insensibilidad tiene un costo altísimo porque están en juego decenas y cientos de miles de personas que sufren todos los días y que están privadas de una mínima condición de supervivencia.
El presidente endiosa al mercado, y por este tiempo el mercado le va a mostrar su verdadera cara: la frialdad. Como diría hace varias décadas el expresidente Raúl Alfonsín, es necesario dejar de hacer un altar en cada esquina al mercado, porque no es el mercado el que construye escuela ni hospitales. Tampoco es el mercado el que está interesado por la obra pública que falta, o las condiciones para el desarrollo industrial que no llegaron ni con RIGI mediante.
Al volver la mirada sobre la Generación del Ochenta, resulta inevitable advertir que Javier Milei se asemeja más a Miguel Ángel Juárez Celman, aquel presidente que dinamitó los principios fundacionales sembrados por Roca, que a los hombres probos que compartieron el mismo paraguas político pero defendieron la institucionalidad con otra estatura. Milei no encarna el legado de Carlos “El Gringo” Pellegrini, ni el reformismo republicano de Roque Sáenz Peña, ni la diplomacia federal de Bernardo de Irigoyen. Y si de contrastes se trata, la distancia con Dardo Rocha es abismal: el cordobés gobernó desde el personalismo, mientras Rocha pensó la modernidad desde la planificación urbana, la educación pública y la ciudadanía, en una línea que lo emparenta más con Sarmiento que con cualquier liberalismo de ocasión.
En tiempos de relatos prefabricados, Argentina necesita algo más que máscaras liberales y citas históricas a conveniencia. Hace falta una fuerza liberal auténtica, con vocación republicana y compromiso real con la historia que dice defender. Una fuerza compuesta por hombres y mujeres que no solo conozcan los nombres de la Generación del 80 o del 37, sino que comprendan la grandeza de sus postulados y estén dispuestos a encarnarlos. Porque no se construye futuro usando el pasado como disfraz, ni se tapa el populismo con retórica liberal. La historia exige rigor, no oportunismo.
¿Hay espacio para recapacitar? El dilema del liderazgo libertario
La pregunta de estas horas es si Milei tiene espacio para recapacitar. Si está dispuesto a correr de su equipo a la casta que le copó los resortes del poder. Si está dispuesto a sacrificar hasta su propia parentela a costa de un proyecto liberal.
La oposición que ganó y la que debe consolidarse
Para la oposición que ganó el domingo, o sea Fuerza Patria, queda ver si puede conseguir plasmar un proyecto de gobernabilidad del país porque en dos años hay elecciones presidenciales. El gobernador Axel Kicillof, en un discurso medido en la noche platense, hizo mención a una apertura no solo hacia otros sectores del peronismo sino de más expresiones políticas. Argentina necesita desarrollarse, pero también es imprescindible fortalecer el sistema republicano, creer verdaderamente que nuestra Constitución edifica el funcionamiento institucional con tres poderes y no uno, y que el país es federal.
La otra oposición, la de Provincias Unidas y una buena parte de referentes “sin tierra” que podrían surgir desde la provincia de Buenos Aires u otros distritos, también tiene desafíos enormes: afianzar el espacio y, de la misma manera que Patria, esbozar los pilares de una futura gestión nacional. Tienen músculo para comandar, como los gobernadores Ignacio “Nacho” Torres, de Chubut; Maximiliano Pullaro, de Santa Fe; Martín Llaryora, de Córdoba; Carlos Sadir, de Jujuy; Claudio Vidal, de Santa Cruz; o Gustavo Valdés, de Corrientes. Además, hay más de 500 intendentes de todo el país en la misma sintonía, y hay que ver jugadas muy fuertes que se preparan de otros mandatarios luego de las elecciones de octubre.
Argentina necesita opciones, debe debatir con más calidad, pero con sentido republicano. El verdadero ataúd para clavar debe ser el de la corrupción y el clientelismo, y ese es un problema que tanto Patria como los Libertarios tienen que superar. Hasta hoy no lo consiguieron.