por Redacción
El analista señaló que: "Otro hecho que hay que tener en cuenta es que a los aliados del PRO les enfureció que hayan quitado del Presupuesto 2026 la millonaria deuda de coparticipación que tiene la nación con la ciudad de Buenos Aires, una maniobra del gobierno de Alberto Fernández, ya declarada inconstitucional.
También en el contexto de divergencias se despertó a la alicaída CGT a la que le dejaron picando una crucial reforma laboral por negarse a explicarla con claridad. Cuando el proyecto estaba “a punto de caramelo” para ser aprobado en el primer tramo de las sesiones extraordinarias antes de que termine el año el sindicalismo se quedó con un regalo inesperado.
Por falta de consensos, ahora esa reforma pasaría a un segundo tramo de sesiones extraordinarias o -directamente- probará mejor suerte en sesiones ordinarias, a partir de marzo. Esta es una muy mala noticia para Milei.
En medio del confuso juego libertario, el jueves pasado la CGT jugó el juego que mejor domina: copó el centro porteño protestando contra una reforma laboral a la que calificó de "esclavista", según proclamaban los carteles en las principales avenidas.
Los argumentos de los sindicalistas son bastante fáciles de rebatir: Gerardo Martínez, el capo de la construcción que inicialmente se había aliado al gobierno, salió a decir en medio de la marcha sindical que “para crear puestos de trabajo, no hace falta una reforma laboral, sino un modelo económico distinto”.
En este contexto, los empresarios que esperan una reforma laboral para contratar con más certidumbre y menos costos, seguirán esperando. Esa espera desesperante puede terminar siendo fatal para el plan económico de Milei.
El líder libertario se presenta como experto en crecimiento y en macroeconomía. La “micro” se las deja a los empresarios, como suele decir casi despreciativamente.
La marcha sindical y de la izquierda del jueves evidenció claramente que el gobierno de Milei perdió dos años completos sin aprovechar ese tiempo para explicar por qué la reforma laboral es la clave para que el Estado deje de ser un “seguro de desempleo trucho” y que empiecen a aparecer inversiones privadas que den trabajo.
No perdió un momento en explicar los beneficios que traería para la macroeconomía que las Pymes puedan contratar para que la estructura económica argentina se parezca un poco más a la de Chile.
Al otro lado de la cordillera, trabaja -o busca empleo- el 62 por ciento de la población. Comparativamente, en la Argentina sólo el 48 por ciento está en el mercado laboral. Pero de ese porcentaje, casi la mitad está “en negro”. Y de la mitad que está formalizado, una mitad trabaja para el Estado: sus aportes a la seguridad social salen de los impuestos que pagan los argentinos.
Poco más del diez por ciento de la población está en el sector privado formal sosteniendo al resto.
Para que la Argentina “cierre” macroeconómicamente, como Chile, que no tiene inflación y mantiene crecimiento constante desde 1983, la mitad de la población argentina tendría que trabajar en el sector privado y en blanco: significa sumar como mínimo diez millones de puestos de trabajo en el sector privado formal, y eso es algo que no se puede ni empezar a pensar sin una reforma laboral a fondo.
El boom de Vaca Muerta y la minería pueden aportar la décima parte de esos puestos de trabajo, en el mejor de los casos, y según las estimaciones más optimistas del propio ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger.
Para el resto, hacen falta reformas, como la laboral, para que se animen a contratar las Pyme y para que vengan empresas de todo tipo a invertir.
Milei tiene hoy una posición fortalecida en el Congreso, pero todavía está bastante lejos de tener mayorías propias. Antes que buscar consensos en el peronismo, va a necesitar recuperar el apoyo de la opinión pública: el “precio” de las leyes sube mucho cuando las encuestas no acompañan. Y las encuestas podrían no acompañar mucho tiempo más, si la economía no da señales de que el país empieza a crecer", finalizó el periodista.