19/04/2024 - Edición Nº2948

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Lula, el metalúrgico nacido en la miseria que luchó contra la dictadura y se consagró como presidente

30/11/-0001 | Luiz Inácio Lula da Silva huyó de la miseria en el nordeste de Brasil, se hizo tornero y como dirigente metalúrgico participó de la primera huelga general contra la dictadura; fue un preso político, fundó el Partido de los Trabajadores (PT) y, tras demostrar una perseverancia poco común en las urnas, llegó a consagrarse como presidente y el responsable de uno de los períodos de mayor crecimiento del país.


por Télam


En 2011, tras dos mandatos, terminó su gobierno con una enorme popularidad del 87%, eligió a su sucesora, Dilma Rousseff, y hoy, cuando las encuestas lo dan como favorito para volver a ganar la Presidencia en las elecciones del 7 de octubre próximo, se entregó a la Justicia para cumplir una condena por corrupción y lavado de dinero de 12 años y un mes.
El hijo más renombrado del paupérrimo nordeste de Brasil le entregó la presidencia a Rousseff, casi una desconocida hasta que él la impuso como su sucesora para las elecciones de 2010. Ese traspaso del poder a su ahijada política fue para Lula la coronación de una vida que comenzó un día que ni siquiera él tiene claro.
La eterna esperanza electoral del PT fue registrada en un acta de nacimiento el 6 de octubre de 1945, pero su madre analfabeta, fallecida en 1980, juraba que tuvo al niño el 27 de ese mismo mes.
Su padre, Arístides da Silva, era un campesino también analfabeto y alcohólico que tuvo 22 hijos con dos mujeres: Lindú, madre de Lula, y Valdomira, prima de la anterior.
Cuando Valdomira tenía 16 años huyó con el padre de Lula de la miserable Aldea de Vargem Grande -hoy Caetés- hacia San Pablo, cuando Lindú estaba embarazada de ocho meses del futuro presidente.
Poco después, antes de parir, la madre de Lula partió junto con su prole de siete hijos y, tras recorrer 3.000 kilómetros en la caja de un camión, se instaló en Santos, donde el futuro presidente conoció a su padre y, desde muy temprana edad, comenzó a vender tapioca y naranjas para ayudar a su familia.
Acabó la primaria en 1956 y en 1959 fue el primero de la familia con un título, de tornero mecánico, que le valió un empleo en 1960.
Seis años después entró al Sindicato de Metalúrgicos de Sao Bernardo do Campo y, más tarde, al alcanzar la Presidencia del gremio, lideró el mayor movimiento obrero de la historia de Brasil en duros tiempos de dictadura.
En 1979 realizó la primera huelga general contra la dictadura (1964-1985) y reunió unos 80.000 metalúrgicos en un estadio de fútbol. Al año siguiente, fundó el PT, fue detenido y se convirtió en un preso político.
Fueron tiempos difíciles y de mucho sufrimiento, pero también de crecimiento: para 1982, PT se había expandido por todo el país y contaba con 400.000 militantes.
La fuerza de izquierda continuó creciendo y cuatro años después Lula se convirtió en el diputado más votado del Congreso Nacional. Tres años después, se presentó, por primera vez, como candidato a presidente. Perdió y volvió a intentar otras dos veces y fue derrotado nuevamente.
Recién en las elecciones de 2002, con el empresario José Alencar como su compañero de fórmula, logró triunfar en las urnas. Ni bien asumió el gobierno, presionado por una fuerte corrida financiera, anunció que su principal objetivo era que todos los brasileños "coman tres veces por día".
Su primer golpe de efecto en el gobierno fue llevar a la portada de todos los diarios la cara africana de Brasil. Lula recorrió las regiones más pobres con todo su gabinete para que sus ministros, muchos de ellos de "buena cuna", sintieran "el olor de la pobreza".
Apostó por la ortodoxia económica y pareció no tener oposición durante sus primeros dos años de gobierno, en los que su discurso social resonó más que los logros reales de sus políticas.
Tras esa primera luna de miel enfrentó un primer escándalo de corrupción que descabezó a la cúpula del PT y, en ese momento, surgió el Lula más pragmático, que se desmarcó de su propio partido para aliarse al centro y la derecha, y a los señores feudales de las regiones más empobrecidas del país. Con ese tejido de alianzas volvió a ser candidato presidencial en 2006 y ganó otra vez.
En su segundo mandato se rodeó de una variopinta coalición, en otra prueba de un enorme pragmatismo que siempre justificó con el alegato de que "se gobierna en función de la correlación de fuerzas políticas".
Su proyección internacional y la del propio Brasil llagaron hasta límites insospechados, apoyadas ambas en el despegue de un país que en sus ocho años de gobierno pudo sacar a 28 millones de personas de la miseria, la misma en la que el propio Lula se crió.
Sus logros sociales y económicos le valieron el reconocimiento de jefes de Estado y reyes, con quienes siempre habló con su campechano carisma o lo que él llamaba la "lengua del pueblo". En Brasil, en cambio, la clase más alta siempre le echó en cara su falta de estudios.
Tras dejar la Presidencia, fundó un instituto político con su nombre y se dedicó a dar conferencias pagadas por grandes empresas multinacionales, que ahora también están siendo investigadas.