19/04/2024 - Edición Nº2948

Municipios

Una mirada

La ciudad de la modernidad debe reinventarse y pensar más allá de los inquilinos del Palacio Municipal

26/02/2019 | (Por Fabricio Moschettoni, editor de ImpulsoBaires.com.ar / Twitter @FMoschettoni) – Cuando se fundó la Ciudad de La Plata era un ícono de la modernidad. Su fascinante arquitectura, sus equilibrados estilos y una expresión vanguardista en su diseño y trazado la colocó en el primer plano mundial, y por esa razón recibió elogios y premios de prestigiosos foros internacionales. El espíritu de sus fundadores se esfumó abrazado a sus propios restos materiales, aunque algo podemos rescatar si colocamos la mirada en el horizonte más allá de las coyunturas que mandan los ciclos políticos. En 130 años de historia pasamos de tener el primer tendido de alumbrado eléctrico de Sudamerica a un ambicioso programa de luminarias LED. En ese tiempo también pasamos de tener grandes sueños a importantes frustraciones. Los platenses padecemos la modernidad, no la disfrutamos.


por Fabricio Moschettoni



Estudiando el sistema de iluminación LED que se está montando entre diagonales y plazas me despertó la atención el origen mismo de la matriz energética de La Plata, que dice la historia que se remonta al 11 de enero de 1884. En esos tiempos una torre de 50 metros se ubicó en 5 entre 51 y 53, detrás de la Casa de Gobierno, y se colocaron seis lámparas de cuatro mil bujías cada una, y fueron tan potentes que se llegaron a ver desde la otra orilla del Río de La Plata, más precisamente desde la coqueta y orgullosa Colonia del Sacramento, nacida dos siglos antes que nuestra Ciudad.
Dardo Rocha, a quien los platenses debiéramos levantar un monumento en cada esquina, pensó en que la nueva capital debía tener un sistema de iluminación moderno, y también dice la historia que por eso convocó a Don Walter Cassels, representante de Brush Electric Company de Cleveland (EEUU) para que recree la prueba de alumbrado eléctrico que había pensado para la Ciudad de Buenos Aires pero que finalmente en suelo porteño el poder político lo planchó.
Desde ese entonces comenzaron los trabajos para dotar a La Plata de un alumbrado eléctrico, muy superior a la matriz de gas que se solía utilizar en esos tiempos, y en abril de 1886 se declaró inaugurado el primer servicio de ese estilo en toda Sudamérica.
El tiempo pasó y con él fueron quedando atrás la reinversión en iluminación. La Ciudad se expandió y ya no era solo un Casco Urbano perfecto en su diseño y algunas localidades cercanas que le dieron cobijo a quienes hicieron las edificaciones que le dan relieve, sino que velozmente se convirtió en una región que seguía recibiendo hombres y mujeres de todo el país y Latinoamérica, con el sueño de una carrera universitaria en algunos casos, o simplemente con la idea de conseguir un trabajo en el aparato burocrático del Estado que nunca paró de crecer, y así tener acomodada sus vidas y las de los suyos.
La Ciudad, luego de su fundación, no tuvo grandes momentos en donde se piense en ella con fin de reinventarla y dotarla de una calidad de vida superior para su gente. La Ciudad se “conurbanizó”, asimiló problemas tales como falta de planificación para crecer, radicación de asentamientos, y sobre todo un formato populista de quienes la han gobernado pensando en resguardar electores y lograr efectos en el corto plazo. Nada más que en el corto plazo.
Y acá vuelvo al principio, a la nueva inversión en un recambio de la matriz de iluminación, en donde por estos días se están colocando unos 20 mil cabezales de luces LED en principales avenidas, plazas y otros sitios de gran tránsito, que alientan a pensar en reavivar el sueño progresista de nuestros fundadores, y exigen ir por más, o sea queda expresa la necesidad de trabajar en proyectos atrevidos que no impacten a corto plazo o se utilicen solo para que corte la cinta el intendente de turno.
El viernes pasado, un temporal inesperado hizo desastres en cuestiones de infraestructura urbana y rural, sobre todo en lo que tiene que ver con los tendidos de cables, y esa situación abre la idea de empezar a debatir soluciones definitivas en esa problemática.
La modernidad implica planificar para poder gozarla o improvisar para padecerla. En la Ciudad hace tiempo que hemos optado por lo último, y entonces sufrimos en lugar de disfrutar.
Disfrutar de la modernidad es no darnos cuenta que tenemos a nuestro alcance durante todo el tiempo energía eléctrica; telefonía; servicios de internet con enorme disponibilidad de megas para poder usar al mismo tiempo la Play, mirar Netflix, utilizar Spotify y tener múltiples artefactos conectados a la red.
Pero padecer la modernidad quiere decir que un día de golpe dejamos de tener todos esos servicios que pagamos puntillosamente y a valores europeos. Perdemos ese privilegio tan rápido como pasa una ráfaga de viento.
La solución no es mágica, significa esfuerzo, planificación, madurez y una inversión millonaria, pero no precisamente quiere decir que el Estado haga una erogación enorme por lo tanto no se pueden contemplar excusas inverosímiles para que todo siga igual.
La distribuidora de energía y el amplio abanico de compañías de comunicaciones son empresas cuyos ejercicios económicos arrojan magníficas ganancias, y así es que cotizan en la bolsa porteña, incluso hasta en algún caso lo ha hecho en Wall Street, tienen planes de expansión en donde sus accionistas están contentos y aplauden, por lo tanto son ellos quienes deben pagar las nuevas reglas de juego, y el Estado tiene que ser quien las haga cumplir.
La solución debe venir por dejar de contaminar visualmente el ambiente y pensar en tendidos subterráneos de todos los servicios públicos. Los problemas que venimos padeciendo en el Casco, en los barrios y en las localidades se resuelven con inversión, y en este caso los que deben invertir son los dueños del negocio.
Sería interesante que la Ciudad inicie un acuerdo en donde convivan los sectores políticos y el capital privado para empezar a establecer nuevas pautas de convivencia. El negocio, para que siga siendo negocio, debe ser previsible, y la previsibilidad la dan las inversiones fuertes y duraderas.
En estos días, el arzobispo platense, monseñor Víctor Manuel Fernández, encendió la polémica sobre el Puerto La Plata, y una vez más es bienvenido ese debate, en donde los platenses ahora debemos discutir también política, porque el Puerto surgió con efecto político y se boicoteó por misión de la poderosa Buenos Aires. Y también tenemos que hablar de logística e inversiones viales. Monseñor Fernández no descubrió el Puerto, pero le quitó el velo fantasmal que lo envuelve.
Servicios y puerto, dos grandes temas para debatir en la Ciudad moderna que se fundó en la primavera de 1882, allí cuando los sueños prometían hacerse realidad en esta orilla rioplatense.