por Redacción
“Las retenciones no conspiran contra una agricultura sustentable”, aseguró el CENE, que remarcó que “en el caso de las retenciones sobre las exportaciones de soja, su incremento posibilitaría revertir el proceso de sojización del campo, verificado entre 2008 y 2015”.
Además, puntualizó que eso permitiría “mejorar el abastecimiento interno de trigo, maíz, girasol y carne, alcanzando un mayor equilibrio entre las distintas producciones agropecuarias”.
El análisis también sostuvo que “las retenciones no son un instrumento de política ‘dirigista’, como se las cataloga”, y recordó que “fueron introducidas en la Argentina por Adalbert Krieger Vasena en 1967, a poco de asumir como ministro de Economía”.
“Hasta ahora, nadie adjudicó a Krieger Vasena la menor inclinación ‘dirigista’. Lo hizo como una forma de establecer un dólar alto para las exportaciones no tradicionales y uno menor para los productos que gozaban de ventajas comparativas y tenían un impacto directo sobre la canasta de consumo”, aclaró el director del CENE, Víctor Beker.
Asimismo, indicó que “a las retenciones las paga el campo igual que el supermercado paga el IVA”, y añadió que, “así como los comerciantes lo trasladan al consumidor, del mismo modo las retenciones se trasladan a la cotización del dólar”.
“Más tarde o más temprano, a mayor retención, menor oferta de soja y menor ingreso de divisas, lo que termina forzando el alza de la cotización”, afirmó Beker.
Concluyó que, “en definitiva, las retenciones resultan en un dólar más caro y, por lo tanto, recaen sobre los compradores de productos importados, incluyendo los turistas que viajan al exterior, y finalmente en todos los consumidores por el impacto en los precios de la suba del tipo de cambio”.