29/03/2024 - Edición Nº2927

Politica

La mirada de Jorge Joury

La economía nocaut, frente a un Gobierno que engorda subsidios

20/09/2020 | Me pregunto si un Estado puede subsistir por mucho tiempo sin caer en una catástrofe económica, repartiendo dinero entre cerca de 27 millones de personas. Por supuesto, que en ese nicho están jubilados, pensionados y beneficiarios de distintos planes sociales y asignaciones familiares. En 2008 eran 12,7 millones. Lo preocupante, es que solo 6 millones de personas son las que actualmente pagan impuestos, un número exiguo para hacerle frente al gasto elefantiásico del aparato oficial. Es la clase media la que rema por el país, empobrecida por ingresos que se achican hace décadas. Es la que sostiene servicios públicos de baja calidad con sus impuestos, paga por servicios privados carísimos y recibe jubilaciones miserables. Hace todo y de todo para que no la expulsen del mapa social.


por Jorge Joury *


Frente a este cuadro de situación, los funcionarios no  han tenido el gesto patriótico de bajarse los sueldos en medio de la emergencia. Eso hace que la gente esté empezando a descreer de la política en general , lo cual puede volver a llevarnos al "que se vayan todos" del 2001.

Se llega a la cifra monumental de gastos que hemos planteado, por la implementación de salvatajes como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), una ayuda que llegó a casi nueve millones de personas y el pago de parte del salario de las empresas privadas, que sirvió para completar los ingresos mensuales de unos tres millones de trabajadores, en el marco del Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción.

En definitiva, este año, en una población de 45 millones de personas, seis de cada diez ciudadanos recibieron un cheque del Estado. Más de la mitad del presupuesto del Gobierno nacional se aplica a pagar estos beneficios y planes. Es una fotografía desteñida de la Argentina en el contexto internacional. Tiene que ver con un rumbo económico errático que puso al país en recesión hace casi una década, cuando el PBI dejó de crecer y se inició un nuevo ciclo de deterioro social y económico, cuyas consecuencias están a la vista. 

De hecho, Argentina es uno de los pocos países de la región -a excepción claro de Venezuela- que no logró mejorar sus indicadores de pobreza e indigencia en la última década. Los políticos parece que se han olvidado que uno de cada dos niños será pobre a fin de año y se debaten en discusiones estériles, como en que estrategias emplear para abatir al contrincante en las próximas elecciones legislativas.

Los especialistas coinciden en que si no se modifica el curso de acción y prevalecen las fórmulas actuales, la confusión conceptual que diariamente desdibuja al Presidente y el uso de un instrumental basado en un estatismo extremo, anacrónico y siempre fracasado, el horizonte de corto y mediano plazo solo derivará en mayor destrucción de riqueza, desasosiego y frustración. Alberto Fernández, en casi 8 meses de gestión, peligrosamente está sacrificando su capital político. Lo muestran claramente las encuestas. 

Pequeñas medidas microeconómicas aisladas y de escasa escala jamás lograrán paliar la acumulación de distorsiones macro, como pretender frenar una hemorragia con una curita. Frente a la fuga persistente no solo de capitales, sino de empresas y hasta de familias, que abandonan con dolor y frustración el país que aman, el Presidente propone irrisoriamente pagar en 12 cuotas los servicios de peluquería. Se saca una foto con los Moyano, violando la cuarentena que él mismo propuso.

Es una manera de darle de comer en la mano a la oposición y resucitar a viejos pícaros de la política, como Eduardo Duhalde, que después de alertar de manera temeraria sobre un posible golpe de Estado, ahora disparó otra piña, señalando que Alberto Fernández está groggy, a semejanza de Fernando de la Rúa. En la mirada del ex gobernador de Buenos Aires, Carlos Ruckauf, Duhalde lo que quiere es que AF rompa su alianza con Cristina y se convierta en el capitán del barco. Pero esta no es la manera de despertar al Presidente, dejándolo a la intemperie.

Por otro lado, existe un dato  muy inquietante que recorre por estas horas al empresariado: la economía argentina se achica. En sólo dos días se sumaron tres nuevas bajas de empresas que se irían del país: Glovo, Falabella y Sodimac. Y no son las primeras; hubo otras que ya abandonaron la cancha con el inicio del impacto local del Covid-19 como LATAM por ejemplo.¿Tiene que ver con la pandemia? Tal vez sí. Pero lo que es absolutamente seguro es que no es esa la única causa: hay ingredientes explosivos de auténtica producción nacional.

No olvidemos que en otros países también hay pandemia, incluso empresas que quiebran pero en la Argentina, algunas compañías  parecen directamente quemar las naves. La semana pasada fue una secuencia de anuncios demoledores para la confianza que reclama el sector empresario para invertir.

De acuerdo con datos privados, este año la inversión privada caería 19%. En  este sentido, las nuevas medidas del cepo al dólar que acaba de anunciar el Gobierno no parecen, al menos desde la perspectiva privada, parar la sangría. Es más, activaron un nuevo GPS en la mayoría de los presupuestos que están cerrando a esta altura del año las compañías porque modifica sus costos.

Tiene que ver con los casos en los que las líneas de producción están directamente vinculadas a componentes importados. Impilica a la mayoría de las alimenticias nucleadas en Copal, que preside Daniel Funes de Rioja, de las de electrodomésticos que comenzaron a retomar sus producciones de líneas nacionales hace poco más de un mes y de las automotrices que este año, con mucho viento a favor, llegarían a fabricar un total de 230.000 autos al año, unas 100.000 unidades menos que en 2019  cuando la recesión ya había aterrizado en la Argentina, mucho antes que el coronavirus. Solo salió a respaldar la medida del BCRA la CGERA, que conduce Marcelo Fernández, quien dijo que no afecta a las pymes porque ninguna tiene deudas en dólares.

La radicalización impuesta desde el kirchnerismo como respuesta natural a los problemas, en lugar de la moderación y el diálogo, agota la paciencia del sector productivo. Ya nadie habla en el Gobierno del Consejo Económico y Social que tanto elogió en tiempos no muy lejanos el propio presidente de la República y donde se mencionaba la resurrección de Roberto Lavagna.

Hoy el coctel ex explosivo: déficit, recesión, inflación y caída del poder adquisitivo se combinan en registros históricos. Pesa la herencia y pesa el presente. Es otra discusión importante, pero que tampoco resuelve nada. Hace falta de manera urgente de un acuerdo de todas las fuerzas y empezar a hilvanar un plan de salvataje nacional con políticas de Estado que se firmen y se cumplan a rajatabla. Mientras la ola verde siga manejando los destinos de la economía y no se recupere nuestra moneda, se pondrá en juego la gobernabilidad.

*Jorge Joury es licenciado en Ciencias de la Información, graduado en la UNLP y analista político. Para consultar su blogs, dirigirse al sitio: Jorge Joury De Tapas.