18/04/2024 - Edición Nº2947

Politica

La mirada de Jorge Joury

Cristina y Alberto con las venas abiertas por el caso Venezuela

11/10/2020 | La discusión por el régimen venezolano volvió a poner en llamas la interna oficialista entre Alberto y Cristina. Las dos visiones claramente opuestas, dejan sumergido al Gobierno en una virtual crisis de identidad. Es una situación que no hace otra cosa que sumar incertidumbre y expone los límites de la política exterior. Por esta cuestión, la tensión en la coalición gobernante alcanzó otro cortocircuito. Esa conflictividad política impacta también en el plano económico y explota justo en el momento que ha llegado a negociar al país una misión del FMI. Y en este caso, las diferencias trascienden largamente las fronteras y no se vislumbra una estrategia en el juego internacional. La condena al régimen de Maduro del gobierno de Alberto Fernández en la ONU coincide con la visita al país de la Misión del Fondo Monetario Internacional, organismo al que la Argentina le debe 44 mil millones de dólares y con quien debe reestructurar esa deuda. Nadie duda que el Fondo es Estados Unidos, ya que es su principal accionista y la condena al régimen de Maduro es condición esencial para avalar cualquier acuerdo económico.


por Jorge Joury *


Desde el plano más racional y lejos de cualquier fanatismo ideológico, no hay casi nada para defender en la gestión de Maduro. Representa un abanico de demonios regenteado por el monje negro y número dos del chavismo, Diosdado Cabello-donde aparecen grupos paraestatales, represión ilegal, muertes, torturas y presos políticos entre muchas aberraciones. La condena sobre las graves violaciones a los derechos humanos en las tierras bolivarianas, que remiten a prácticas de terrorismo de Estado, no debería generar debates. Las diferencias y las discusiones dentro y fuera del oficialismo podrían quedar, por ejemplo, para el ajuste más fino de la estrategia regional. Pero no es así: asomó con más crudeza que en otros casos la tensión interna en la coalición de gobierno. Y no hizo otra cosa que volver a desnudar la disputa por la centralidad del poder, con efectos riesgosos en medio de la crisis económica y social agravada por la cuarentena.

Las internas del oficialismo tras más de 200 días de cuarentena, vienen exhibiendo como características un común denominador y un ingrediente original por entregas. El elemento repetido es el costo autoinfligido pero de proyección amplia, porque alimenta la conflictividad política y agrega incertidumbre en el mundo financiero. Y el elemento específico, en este caso, es la puesta en foco de una política exterior sin estrategia sólida a la vista y hasta contradictoria.
Algunos analistas coinciden que estamos ante un presidente que no termina de definir el rumbo de su gestión. Un día se viste con el traje de Néstor Kirchner, al siguiente con el de Raúl Alfonsín, al tercer día con el sombrero populista de Hugo Chávez. Ese estilo político es una de las razones  que ha motivado un fuerte descenso en las encuestas. Tuvo porcentajes cercanos al 80% al principio de la pandemia, pero su popularidad se fue diluyendo al punto de tener hoy un capital político parecido al de Cristina Kirchner, que acumula más del 60% de imagen negativa.

Los dislates diplomáticos del Gobierno por el caso Venezuela quedaron a cielo abierto ante un mundo que observa con estupor. Hace unos días el embajador argentino ante la OEA, Carlos Raimundi -que responde a Cristina- cuestionó los dos informes que hizo Michelle Bachelet sobre los graves crímenes que suceden en la dictadura de Maduro. El Presidente tomó distancia de ese delirio diplomático. Más tarde, en otro organismo multilateral, la ONU, otro embajador argentino, Federico Villegas, votó en contra de Maduro, es decir, respaldando el informe Bachelet.

Se supone que un embajador expresa la postura de un país, pero parece que aquí Raimundi la expresó a pedir de Cristina y Villegas en coincidencia con Alberto. Esto tiene un grave costo a nivel internacional. Muestra una Argentina bipolar que opina una cosa en un foro y lo contrario en el otro.

Lo que sí se sabe es que la condena a Maduro generó una hecatombe entre los seguidores de Cristina. La primera en saltar fue Alicia Castro, de estrecha relación con Hugo Chávez, quien renunció a un cargo que nunca llegó a ocupar (la embajada de Rusia). Otra muestra surrealista es la política argentina.

Le siguieron declaraciones fuertísimas de Hebe de Bonafini y Juan Grabois. Grabois por ejemplo, que calificó a uno de los informes de la ONU como "amañado". Estos documentos son más que contundentes, ya que revelan persecuciones probadas, encarcelamiento a opositores y ejecuciones en Venezuela. 

Bachelet, que es una figura moral de muchísimo peso en América Latina, símbolo del progresismo, denunció entre 7 mil y 8 mil muertos y desaparecidos por obra de la dictadura de Maduro.

¿Cómo se explica que el kirchnerismo, que hizo de los derechos humanos su bandera, defienda estas atrocidades?

El piquetero D'Elía "adelantó" en un tuit que AF le iba a dar explicaciones a Maduro, pero el presidente dijo que no había nada que aclarar por ahora.

Básicamente, el cristinismo está acusando a Alberto Fernández de "tibio", y Cristina hace un extraño silencio en Twitter. Ni avala, ni desautoriza las fuertes palabras de sus seguidores contra el Presidente que ella misma se encargó de entronizar.

Por estas horas nadie duda que en el Gobierno existe una fuerte crisis de identidad. El problema es que, así como la lapicera presidencial no le dio poder, muchos ven como muy dudoso que la presidencia del PJ empodere a Alberto, como pretende la CGT. Existe una razón de peso: la dueña de los votos del conurbano es CFK. Y se sabe que en la Argentina quien maneja esa geografía, sobre todo en La Matanza, tiene en el mazo la carta de mayor peso.  

Mientras tanto, la crisis económica avanza inexorable, frente a una gestión que se quedó sin margen de maniobra, provocando tensiones y conflictos con daños colaterales potencialmente desastrosos que ponen en riesgo no solo la sustentabilidad del FDT como coalición gobernante, sino del peronismo como principal partido de poder.  

El mayor riesgo que enfrenta por estas horas el oficialismo, es la espiralización de la desconfianza.

*Jorge Joury es licenciado en Ciencias de la Información, graduado en la UNLP y analista político. Para consultar su blogs, dirigirse al sitio: Jorge Joury De Tapas.