
por Fabricio Moschettoni, editor de ImpulsoBaires / Twitter @FMoschettoni
El domingo se publicó un interesante artículo en el diario El País de España que recomiendo leer con atención, llamado “Por qué a Asia le va mejor que a Europa en la pandemia: el secreto está en el civismo”, de autoría del filósofo y ensayista Byung-Chul Han, quien explica que en la responsabilidad ciudadana está la clave por la cual todo Asia tuvo consecuencias más benévolas que Europa en la segunda ola de coronavirus. Es un excelente texto en donde se pregunta por las reacciones culturales del liberalismo, culturas más cerradas, y el eje en la conducta ciudadana por sobre todas las cosas.
Comienza exponiendo declaraciones polémicas de corte nacionalista del ministro de Economía japonés, Taro Aso, a quien le preguntaron como lograron controlar, y respondió que fue con “nivel cultural”, incluso aseguró que el ciudadano interpretó que las medidas higiénicas eran la vía, y surgían de su actitud personal más allá de lo que el Estado haga. Es cierta esa consideración al punto que no siempre prohibiendo, multando o imponiendo se logran resultados porque muchas veces de esta última forma hasta se consigue la respuesta adversa.
Pero no solo Japón logró un control de la situación, sino que otras naciones como China, Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Hong Kong lo pudieron lograr. Es decir, que el control de la mayor área poblacional del mundo fue transversal y no atendió si el gobierno era duro, como China, o más democrático como Corea del Sur o Japón. Todos lograron el objetivo, y la segunda ola fue enfrentada hasta el momento de manera exitosa.
Estados Unidos, Europa y otras naciones están teniendo índices de reinfección altísimos, y ni siquiera prohibiendo, cuando en algunos casos lo hacen, logran resultados satisfactorios. Pero lo que más conspiró en estas culturas es la falta de acción cívica, de cultura personal del ciudadano.
En caso de Argentina, si bien los índices bajan dicen los especialistas, estamos ante un panorama complicadísimo dicho reiteradamente por el mismo gobierno nacional y su par provincial, superando cualquier pronóstico y a pesar de la cuarentena más larga del mundo, con medidas prohibitivas todo el tiempo al menos en los papeles. Quienes generaron miedo fueron las más altas autoridades sanitarias al decir que estábamos ante la catástrofe y que si no nos quedábamos atados a la cama el estallido sanitario estaba por llegar.
A pesar de ello, en La Plata el resultado fue más alentador que en el resto del AMBA. En las ocho últimas semanas se logró una reducción constante de los casos de contagios de coronavirus en un 50%, tal como lo muestra el gráfico siguiente.
Crédito Municipalidad de La Plata
Entonces, a qué se debe que un municipio de concepción liberal en los aspectos de desarrollo político o individual, con un intendente, como Julio Garro, que fue acompañando reclamos de aperturas consiga buenos resultados.
La respuesta es múltiple. Por un lado, el alto grado de civismo manifestado en la ciudadanía, fundamentalmente logrado en los tres aspectos mínimos para enfrentar a la pandemia: distanciamiento físico, utilización de tapaboca-nariz en los lugares que hace falta, e higiene. Esos postulados tan simples fueron una pauta cultural instalada en la ciudadanía a partir de campañas multidisciplinarias organizadas por la municipalidad en donde integraron aspectos de la comunicación en varios sentidos, el plano sanitario con acciones profundas y bien explicadas, y la interacción de cada área comunal con el resto de la organización. Con inteligencia el gobierno local logró articular asimismo una acción conjunta del Estado, las ONGs, las organizaciones empresariales y comerciales, y entre todos pactaron con la ciudadanía: “si ustedes, vecinos, se cuidan, nosotros vamos por aperturas”.
Desde marzo, cuando se declaró la cuarentena, era impensado considerar que la persona humana podía estar aislada indefinidamente. Los problemas en la psiquis iban a terminar desmoronando el objetivo y todo podía culminar demasiado mal, mucho peor de las consecuencias trágicas que duelen cada día. El gobierno local respondió de una manera rápida al instrumentar un sólido programa de apoyo psicológico y de acompañamiento personal a los vecinos más necesitados, sobre todo a los adultos que estaban solos y su nivel de angustia podía derivar en males mayores. En ese programa operadores municipales interactuaron con miles de vecinos: desde una voz comprensiva, hasta una recomendación oportuna, o una asistencia directa ayudando a hacer determinada acción.
Con los días se dieron aperturas. Hubo reiterados pedidos al gobierno provincial de Axel Kicillof, quien mantuvo todo el tiempo una cuestión de inmovilizar a la población de una manera rígida e inservible.
Los pedidos punzantes del gobierno local, dentro del acotado margen existente, fueron derribando barreras férreas. El gobierno provincial terminaba cediendo ante la presión vecinal y sobre todo ante los resultados alentadores.
Cómo se construye una organización: sin dudas con un liderazgo exitoso que se esgrime sobre la base de la inteligencia emocional, o sea considerar sus emociones personales para tomar una decisión, considerar las emociones que transmite desde el corazón la mirada de cada vecino, y creer en ese pacto de convivencia, en ese andar conjunto que puede hacer un representante con el representado. Ese grado de complicidad que no lo da lo lineal ni lo simple, es otorgado por la maravillosa complejidad de un mundo complejo, caótico, que necesita de gobernantes que otorguen respuestas a ese nivel de complejidad y caos para dar certidumbre, tranquilidad y armonía con una precisa visión de futuro.
Era impensado, y lo sigue siendo, elegir entre “economía” o “salud”. Ese modelo lineal es garantía de estrepitoso fracaso. O llevarnos a esa elección es una extorsión. El tema es borrar de nuestras mentes el “o”. No puede ser una cosa o la otra, es economía y salud, porque el nivel de complejidad lo exige. No se puede entender a la sociedad con un criterio de espacios estancos, sino por el lado de la integridad. Los problemas afectan integralmente, las respuestas deben ser del mismo modo. Por eso el anticuado método de utilizar tanto el “o” es ruinoso. La utilización del conjunto, como contrapartida, es mejor.
No se puede hablar de milagro porque el mismo no existió. No se puede bajar la guardia porque el virus todavía está esperando para contraatacar, seguir cargándose vidas y ser aún muy letal, pero sí se puede hablar de esfuerzo, de contención de recompensas hasta que la cuestión se viera más aclarada, y de una construcción diaria que hay que seguir sosteniendo.
No es milagro, no es casualidad, no es magia. Es el trabajo emocionado y sostenido de una comunidad que se quiere, con vecinos que piensan que la base del progreso está en la solidaridad, y ella se hace con la sumatoria de pequeños gestos individuales.
Las emociones en los platenses fueron el mayor valor de inteligencia para este caso. Las emociones como valor. Esas emociones, el poder interpretarlas y contemplarlas permitió alimentar una estrategia que sirve, que es sólida y que debe seguir así hasta que los últimos pinchazos de la vacuna sepulten a esta pesadilla que atravesamos cada día, y que como paradoja nos está dejando una inagotable fuente de lecciones para construir el mundo por venir y que tendremos que ir decodificando más adelante.