26/04/2024 - Edición Nº2955

Politica

La mirada de Jorge Joury

La Cámpora va comiendo al peronismo y avanza el proyecto Máximo a La Rosada

02/01/2021 | Cristina nunca quiso al PJ. Más bien, le tenía cierta inquina. "Con ellos habla Néstor", solía murmurar en su entorno. La ex presidente sabía que el máximo organismo partidario nunca fue fácil de domar ante sus pretensiones políticas. Pero ahora las cosas han cambiado. Está su hijo en su horizonte político y su ejército de camporistas avanzan cada vez más. Ella sabe que el trono bonaerense puede ser un trampolìn para coronar una carrera política y desembarcar en la Casa Rosada. "Cristina está monitoreando el campo para que su hijo logre conseguir un atajo que lo catapulte a la carrera presidencial lo antes posible. Le sobra apellido y si no es para el 2023, será para más adelante, pero ese es su plan", reveló una fuente confiable con oficina vip en el Instituto Patria. De todas maneras, con esta jugada Cristina logrará encoger un poco más el poder de Alberto Fernández en el territorio que siempre define una elección. El objetivo de esa movida política es que La Cámpora, espacio que conduce su hijo, tenga un rol decisivo en el armado de las listas de aspirantes a legisladores y legisladoras.


por Jorge Joury *


Otro dato no menor, es que la  mayoría de los políticos que presidieron el PJ bonaerense fueron líderes territoriales. Intendentes o caudillos, como Herminio Iglesias y Manuel Quindimil. O referentes históricos del peronismo como Eduardo Duhalde, Antonio Cafiero, José María Díaz Bancalari, entre otros. Otro dirigente muy recordado fue el  ex vicegobernador Alberto Balestrini, dos veces intendente de La Matanza. También pasó por ahí, más recientemente, Fernando Espinoza, el veterano matancero.

Los barones del conurbano que peinan canas en ganar elecciones, suelen decir que en los hechos el PJ provincial tiene una historia de mayor rendimiento político que el nacional, en cuya sede de la calle Matheu donde los muebles supieron lo que es juntar tierra.  

El poder siempre ha sido una obsesión para los los Kirchner, Con solo mirar el pasado, emergen las pruebas. La sucesión matrimonial (2007) y la fórmula invertida (2019) eran parte de un plan para perpetuarse, como lo hicieron en San Luis los hermanos Rodríguez Saá. No obstante, con la muerte de Néstor, el proyecto se frustró. Pues bien, ahora se aproxima otro capítulo en la categoría de las tradiciones de la familia santacruceña. Máximo Kirchner, quien acaba de cumplir su primer año como diputado nacional bonaerense, como lo venimos adelantando desde esta columna, alcanzaría  en marzo el cargo de presidente del PJ provincial, casi en espejo con Alberto Fernández en el organismo partidario nacional. Para el hijo dilecto de CFK, significa la carrera política más vertiginosa que haya habido. Basta con mirar su curriculum. Máximo ya había cumplido un mandato como diputado por Santa Cruz y preside el bloque oficialista y lidera La Cámpora, organización que ganó cruciales lugares en el Estado desde que el peronismo, volvió al gobierno. Pero su lanzamiento efectivo a las primeras ligas tiene apenas seis años. 

Sergio Massa, uno de los posibles aspirantes al sillón de Rivadavia ha construído una sólida relación con Máximo, a la que algunos ven hoy como otra garantía de la unidad en la coalición gobernante.
La buena sintonía no se construyó en el año que lleva el Gobierno de Alberto Fernández. Ambos forjaron su vínculo durante el mandato de Néstor Kirchner. Los memoriosos recuerdan que participaban de los partidos de fútbol en Olivos y, quizá por una cuestión generacional, construyeron buena onda. “Sergio y Máximo siempre hablaron mucho, desde que compartían los partidos en Olivos”, confirman desde el entorno del ex intendente de Tigre, y agregan: “Sergio siempre lo tuvo muy bien considerado, siempre dijo que no era el pibe que los medios querían mostrar”. La relación se terminó de asentar cuando Massa se hizo cargo de la jefatura de Gabinete durante el primer mandato de Cristina Fernández.

Kirchner y Massa hoy son dos animales políticos, pero con perfiles distintos. Uno es reservado y el otro prefiere la exposición, uno marca una diferencia con su formación política y el otro conoce como pocos el funcionamiento del Estado. Esas diferencias resultaron complementarias a la hora de tener que conducir tanto el bloque como la Cámara de Diputados.

“Entre los dos logran contener la disparidad de visiones que hay dentro del Frente de Todos. Máximo contiene del medio hacia la izquierda y Sergio del medio hacia la derecha. En un bloque grande y heterogéneo, no es sencillo”, dicen desde la mesa chica de conducción de la Cámara baja. Lo cierto es que, por su cargo, Sergio Massa está obligado a dialogar con todos los presidentes de los bloques. Por eso, en el reparto de negociaciones, le suele tocar sentarse con Mario Negri, titular del interbloque de Cambiemos. Una tarea que Kirchner suele evitar. El jefe de la bancada oficialista prefiere el trato con Eduardo “Bali” Bucca, con los diputados de Córdoba y con el Frente de Izquierda. Pero en general, ambos dialogan con todos los bloques.

Kirchner y Massa hablan todos los días. Concurren a diario al Palacio Legislativo. Algunas veces el jefe de bloque baja hasta el primer piso y se hace anunciar en la presidencia y otras, el presidente de la Cámara sube hasta el tercero y golpea la puerta del despacho de Kirchner. Nunca hay intermediarios. No hay agenda secreta, ni operaciones cruzadas. Incluso, a los costados de la relación flota un acuerdo que les permite a los dos fijar posiciones sobre temas en los que no coinciden, como puede ser Venezuela, sin que haya contrapuntos públicos con los miembros del bloque. La letra no escrita de los acuerdos políticos, la que vale.

Máximo es un caso especial por otros motivos. Su despegue político se da cuando la fuerte figura del padre ya no está. No obstante, actúa bajo el liderazgo de la madre, la estratega, con pretensiones sucesorias concertadas. Conquistar la jefatura del PJ bonaerense tal vez no sea otro escalón destinado al reparto del poder para controlar el gobierno de Alberto Fernández, tal como sucede con la gerencia de Máximo en Diputados, sino una jugada a futuro respecto del poder de los intendentes, con una parte de los cuales debe lidiar si quiere lograr el objetivo.

Presidir el PJ bonaerense no necesariamente ayuda a ganar una elección, como dejó dicho, entre otros, Cafiero cuando fue con los tapones de punta contra Menem. Más bien está relacionado con la contención de las distintas líneas, con la unidad que la aritmética electoral reclama, como se verificó en 2019. En el peronismo la experiencia exitosa de 2019 está muy presente. Y esa unidad pasa ahora fundamentalmente por los pleitos con y entre intendentes de la provincia de Buenos Aires.

En las últimas horas el peronismo bonaerense lanzó un operativo clamor para que Máximo Kirchner sea el próximo presidente del partido. Luego de que Alberto Fernandez abriera el camino en favor del jefe de los diputados del Frente de Todos, intendentes, legisladores y dirigentes salieron a respaldar su candidatura para conducir el PJ en la provincia.

Y para meter más presión, también los consejeros del PJ provincial expresaron su apoyo a Máximo Kirchner, entre ellos: Veronica Magario, Mariano Cascallares, Walter Torchio, Fernando Espinoza, Hernán Ralinqueo, Juan Pablo de Jesús, Omar Plaini, Marisol Merquel, Marcela Basualdo, Juan Miguel Gómez Parodi, Osvaldo Barcelona, Oscar "Chiquito" Ostoich, Marcelo Santillán, Magdalena Sierra, Darío Díaz Perez, Amira Curi, Nahir Caffiero, Cristina Fioramonti, Ricardo "Pito" Casi, Marita Velazquez, Gabriel Bruera, Gonzalo Atanasof, Mirta Mariño, Juan Carlos Veramendi, Diana Arguello, Fabián Lugli, María Parrilli, María Clara Vernet, Patricia Durán y Camilo García.

Finalmente, durante el mediodía del 30, llegó el pasaporte para que Máximo presida el PJ bonaerense . Fue durante un almuerzo en José C. Paz del que participaron Alberto Fernández, intendentes y dirigentes territoriales del conurbano. Lo acompañaron Cafiero, De Pedro y Julio Vitobello. También estuvieron Sergio Massa, Malena Galmarini y Kicillof. Otra vez en territorio de la provincia de Buenos Aires, el oficialismo mostró su sello de “unidad en la diversidad”.  

El tiempo dirá si el sueño de Cristina se hace realidad y su hijo llega al sillón de Rivadavia. Por el rumbo de los acontecimientos, todo parece indicar que la rendición sin condicionamientos en el peronismo se convierte en un eslabón más de una cadena de derrotas poco dignas a manos de un kirchnerismo que es, para  los barones del conurbano, una piedra en el zapato con la que van a tener que acostumbrarse a caminar si quieren seguir conviviendo en paz y con supervivencia bajo el techo del FdT.

Algunos interpretan que cuando Alberto Fernández asuma la conducción nacional del peronismo y Máximo Kirchner el de la provincia de Buenos Aires, se habrá  coronado de manera incontrastable el final anunciado: el peronismo no existe más. Algo que se viene observando  desde hace más de quince años. El kirchnerismo  es una formación política que ya lleva diecisiete años y a través de La Cámpora, con la manera de ir por más, se ha ganado su lugar de peso en la historia partidaria. 

*Jorge Joury es licenciado en Ciencias de la Información, graduado en la UNLP y analista político. Para consultar su blogs, dirigirse al sitio: Jorge Joury De Tapas.