26/04/2024 - Edición Nº2955

Politica

La mirada de Jorge Joury

Lo que nunca conté de mis charlas con Carlos Menem

15/02/2021 | Carlos Menem será recordado como el presidente de la década de mayor estabilidad económica de la Argentina. Algunos lo ven con devoción. Otros con desprecio.Aquellos que lo defienden recuerdan los años sin inflación, la inversión en infraestructura y la modernización de los servicios públicos por la vía de las privatizaciones.


por Jorge Joury *


Durante su larga gestión, la paridad del peso con el dólar convirtió a los argentinos en turistas de primera clase y los productos importados inundaron el mercado. Pero tampoco se puede ignorar que terminaron sepultando la industria nacional. "Llegó por izquierda y gobernó por derecha", resumen algunos de sus críticos.

Se podría decir que desembarcó en la Casa Rosada como caudillo populista y gobernó como capitalista. Era un turco comprador y uno de sus rasgos más característicos eran sus patillas. Prolongadas por las mejillas, mitad blancas mitad negras, crespas y pobladas. Frondosas, excéntricas, exageradas, se puede decir que fueron un reflejo de su carácter extraordinario, un carácter que materializó por una década, la de 1990, el sueño argentino de vivir en el mejor de los mundos . Menem fue el Presidente más divertido, el más auténtico, el más pomposo. Capaz de pilotear una Ferrari y de jugar al fútbol con la camiseta de River.

Para la mayoría de los analistas, fue un icono de la Argentina del ultraliberalismo. Su mandato significó moneda fuerte, pero también corrupción, privatizaciones y desempleo, dinero fácil y pobreza.

Pero también protagonizó uno de los culebrones más grandes de la polìtica, cuando hizo echar a Zulema de la residencia de Olivos y paradójicamente dicen que murió tomado de su mano. Nunca vi a un presidente que disfrutara tanto del poder.

No se puede negar que Menem dio vuelta a la Argentina y se convirtió en uno de los políticos más carismáticos, transitando con intensidad toda la paleta ideológica del peronismo.

Manejaba a los medios con una destreza incomparable. Allá por 1996 predijo que llegaríamos al otro lado del planeta, es decir a Japón, en dos horas a través de cohetes con nueva tecnología nacional, como que se podía cambiar de lugar el edificio del ministerio de Desarrollo Social ubicado en la avenida 9 de Julio. Con esto cambiaba el foco de atención de la prensa cuando algunos escándalos comprometían su gestión.

A poco de asumir, le pregunté por Saúl Ubaldini, el líder de la CGT que venía de hacerle trece paros generales a Raúl Alfonsín. "Pobre Saúl, se quedó detenido en el tiempo", me contestó sin perturbarse. Pero era obvio que no figuraba en su grilla y terminaría en el destierro. Menem encabezaba la renovación. Muchos hacían cola para subestimarlo, pero se cansó de ganar elecciones. Y si no fuera por la prohibición constitucional, su sueño era continuar en el poder todo lo que se pueda.

El último reportaje que le hice fue en Olivos. Eramos tres periodistas, dos por EL DIA, Ricardo West Ocampo y Luciano Román y quien escribe, por DIARIO POPULAR.

Aquel día esperábamos en el hall de la residencia presidencial. En determinado momento, el salió de su despacho y cuando me vio se acercó y dijo: "¿cómo le va paisano?. Termino una audiencia y los atiendo". 

Su memoria era prodigiosa. Hacía un año que no nos veíamos y recordaba mi apellido. Aquella vez, Menem había llegado de madrugada de la asunción de Hugo Chávez en Venezuela, pero estaba intacto. Impecablemente vestido con un traje color verde musgo, camisa y corbata al tono, un poco más clara y zapatos negros brillosos.

Cuando lo entrevistamos me di cuenta que era un mago, capaz de sacar un conejo de la galera en el momento menos pensado. Sabía leer el futuro. Le pedí una reflexión sobre Chávez y si compartía expresiones de algunos periodistas que decían que era el nuevo Perón. Se le nubló el rostro.Me pidió apagar el grabador y me contestó: "este hombre no le llega ni a los tobillos al general".

Nunca escribí aquellos conceptos, porque respeté el off. Pero ya prescribió. Antes de terminar la charla y en tono irónico, lo desafié con la ironía que a él le gustaba: ¿Presidente, todavía no me dio un título?. No dudó un instante: ponga que "si me dejan les gano". Ese fue el encabezamiento en la tapa de DIARIO POPULAR, un tiro al corazón de la prohibición a la tercer re-re elección.

Menem era un tipo solidario. Aquel día, Ricardo West Ocampo, que atravesaba un cuadro delicado de salud, se descompensó y lo hizo atender por su médico personal. Por la tarde me hizo llamar a la redacción varias veces, a través del Secretario de Medios para preguntarme " ¿cómo está ese muchacho". Después que le dijimos que estaba mejor, no insistió.

Todos lo conocían como "El Turco". Llegó con un poncho federal y gobernó con los socialdemócratas de Cafiero, pero los puso al servicio de un proyecto neoliberal. Nadie puede negar que Menem era un conductor, ese era su arte secreto.

No habló nunca sobre los conos de sombra de su gestión y se lleva sus secretos a la tumba. Murió en su ley, haciendo política con más de noventa años.  

*Jorge Joury es licenciado en Ciencias de la Información, graduado en la UNLP.