25/04/2024 - Edición Nº2954

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Postales del pasado

El día que acribillaron al Padre Mugica, en el relato de Jorge Joury por FM 96.7

15/10/2021 | Un relato apasionante del periodista Jorge Joury en donde él fue testigo de un momento histórico. En esta oportunidad, por "Decisión 96" el programa que conduce Fabricio Moschettoni por Radio 96.7 los sábados de 10 a 12, Joury contó "una historia manchada con sangre de los años de plomo en Argentina" como fue el asesinato del Padre Mugica.


por Redacción


 

La síntesis de lo contado por Jorge Joury 


"Lo que voy a contar es una historia manchada con sangre de los años de plomo en la Argentina. Pero merece ser contada de primera mano, porque tuve el privilegio de conocer al padre Carlos Mugica, conversar con él  y sentir la presencia de algo especial en medio de aquellas calles de barro de la Villa 31. Si hoy estuviera entre nosotros, se le caería la cara de vergüenza, ya que en aquellos años había un 5,7% de pobres frente al casi 50% de hoy. El sacerdote solía decir: ``Nos escandalizamos porque le ponen una bomba a un oligarca y no porque todos los días muere un chico de hambre``.El padre Mugica recibió 15 balas cuando la Triple A lo condenó a muerte. 
Un 7 de octubre de 1930, hace 91 años nacía  aquel hombre denominado “el cura de los pobres”. “Estoy dispuesto a morir pero no a matar”, dijo frente a la lucha armada en la década del 70. Esto hizo que la organización terrorista Montoneros lo considerara un traidor.
Así comenzó su relato el periodista y analista político Jorge Joury al ser entrevistado por  “Decisión 96, la política en vivo”, el programa que conduce Fabricio Moschettoni por la FM 96.7 de La Plata. Este es un resúmen de lo que manifestó el entrevistado: 
"La muerte de Mugica ocurrió en el marco de un país que se abatía en medio del odio. Fue uno de los sacerdotes más emblemáticos, de los denominados tercermundistas, en aquella etapa irracional. Había decidido entregar su vida por los pobres. Fue tan fuerte su fervor, que después de su muerte quedó inmortalizado en cada rincón de la villa donde auxilió a todos. Tengo la percepción, que aquel hombre presentía que iba a morir de la manera más cruel y cobarde. Podía ser, tanto a manos de la izquierda como de la derecha. Ambos grupos, lo habían sentenciado, porque repudiaba cualquier tipo de violencia, mucho más los asesinatos por cuestiones ideológicas. Así fue como el 11 de mayo de 1974, Mugica a sus 43 años, cayó acribillado por las balas de un grupo de hombres pertenecientes a la organización parapolicial denominada Triple A. Un comando asesino que regenteaba el por entonces ministro de Bienestar Social, José López Rega, personalidad siniestra que tenía enorme influencia sobre Perón y al que apodaban "El Brujo".
Tras la dictadura militar de 1976, Juan Carlos Juncos, un hombre vinculado a esa banda asesina, confesó en 1984 frente al juez Eduardo Hernández Agramonte, que José López Rega le había pagado una suma cercana a los 10 mil dólares para matar "a ese curita que lo perjudicaba políticamente". Después se arrepintió de esa declaración. Pero en el 2012, el juez Norberto Oyarbide se inclinó por la hipótesis de que Mugica fue asesinado por Rodolfo Almirón, el jefe de seguridad de López Rega. Así lo dejó escrito en una de sus resoluciones.
Pero el espíritu del padre Mugica no se apagó, se hizo leyenda.Era un símbolo del compromiso de la Iglesia Católica con los sectores más humildes .Aún hay fotos colgadas de él por todos los rincones del conglomerado, donde sus habitantes virtualmente lo han santificado. Todos los años lo recuerdan con una misa y oraciones en la parroquia Cristo Obrero, de la Villa 31 de Retiro, que el sacerdote fundó en los años '70 y donde se encuentran enterrados sus restos. 
En aquellos tiempos tormentosos, trabajando en el diario Crónica, la vida me obsequió un par de horas para poder entrevistar a este hombre abnegado, hincha de Racing, proveniente de una familia acomodada de Barrio Norte pero que se entregó a la lucha contra la pobreza. Me recibió enfundado en su campera negra de cuero, `pullover del mismo color y jeans gastados. Tenía los zapatos embarrados. Debo reconocer, que detrás de sus ojos azules intensos, brotaba cierta melancolía. Pienso hoy, que el padre Mugica tal vez presentía que sus días estaban contados. Le pregunté si sentía miedo frente a las amenazas que recibía de manera permanente y me dijo: "En esta sociedad plagada de odio, el tiro puede venir desde cualquier lado. Tanto la derecha como la izquierda. Ambos sectores están contaminados por la venganza.El país está en una guerra entre hermanos de la cual nos va a costar salir". Lo único que le preocupaba al sacerdote era el destino de las miles de personas sumidas en la pobreza.
Para llegar a su parroquia, tuve que vivir una suerte de vía crucis peregrinando por oscuros laberintos. Fueron algunas cuadras caminando incómodamente por pasillos oscuros, donde entre cada casa había un metro de distancia. Recuerdo que tanto a mí, como al fotógrafo de Crónica, el gallego Fernández Burgos, nos tuvo que guiar un chico muy delgado. Tenía zapatillas perforadas en las punteras, los dedos negros y percudidos por la mugre. Era ni más ni menos, que la expresión más descarnada de una postal de pobreza digna que se observaba a cada metro de ese conglomerado. Estábamos frente a un enjambre de casitas de madera, cartón y chapas oxidadas, iluminadas en su interior con luces mortecina de una vela o un farol a kerosene. Y lo más patético es, que a sus muertos, los velaban encima de una mesa.
Aquel día frío de abril, el cura me recibió con una sonrisa y un fuerte apretón de manos. Luego, a medida que llegaron las preguntas, disparó frases conmovedoras. Comprendí que eran parte de su idioma callejero, una suerte de manto para cubrir a los más vulnerables : "Señor, yo puedo hacer huelga de hambre y ellos no; porque nadie hace huelga con su hambre". Sus oraciones mostraban el compromiso de un hombre jugado a defender la causa de los más humildes.  El asesinato de este hombre delgado y de cabellos rubio enrulados, fue perfectamente planificado. Se perpetró el sábado 11 de mayo de 1974, cuando las agujas del reloj marcaban  las 20.15. 
Fue en el preciso momento en que salía de dar la misa en la iglesia San Francisco Solano del barrio porteño de Villa Luro. Ese día, la banda dirigida por Rodolfo Eduardo Almirón, un sicario que formaba parte del grupo armado de ultraderecha, lo ametralló a sangre fría.
Mugica había dado misa y caminaba junto a Ricardo Capelli y María del Carmen Artecos hacia su auto. Tenía un Renault 4-L azul, que estaba estacionado junto a la iglesia. Pero poco antes de que pudiera subir al vehículo, un hombre delgado y de bigote se bajó de otro auto y abrió fuego. Le disparó 20 veces con una ametralladora Ingram M-10. De los quince tiros que acertó, varios le perforaron el abdomen y un pulmón. En medio del caos, el padre Vernazza salió de la iglesia como un rayo y le dio los últimos sacramentos. Lograron trasladarlo al Hospital Salaberry, donde una enfermera lo escuchó decir justo antes de morir: “Ahora más que nunca debemos permanecer unidos junto al pueblo”.
El cura cayó sentado mirando contra la pared. El agresor se acercó para darle el tiro de gracia por la espalda. La secuencia fue relatada por la gente que salía de la iglesia. Uno de ellos trasladó a los heridos en un dramático viaje al Hospital Salaberry, con un Citröen 2CV, entre gritos de dolor y borbotones de sangre.
Hace 21 años, y por una gestión del hoy Papa Francisco y entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, los restos de Mugica fueron trasladados en una multitudinaria procesión desde el cementerio de la Recoleta hacia la parroquia Cristo Obrero de la Villa 31, donde hoy descansan.
Bergoglio rezó por "los asesinos materiales, los ideólogos del crimen del padre Mugica y por los silencios cómplices de gran parte de la sociedad y de la Iglesia".
Como arzobispo de Buenos Aires, Bergoglio dio un impulso muy fuerte al trabajo de los sacerdotes en los barrios más empobrecidos de la ciudad y jerarquizó su trabajo, creando en 2009 la vicaría para la pastoral de las villas de emergencia.  En cada uno de ellos, el padre Mugica aún vive para proteger a los pobres", finalizó Jorge Joury.