por Lic. Marina Rovner *
Una guerra representa un acto de violencia colectiva para quienes la viven. No obstante, también puede influir en quienes la observan. Lo que genera una guerra en la salud mental de cada individuo es sumamente complejo e imprevisible. Además de la naturaleza del conflicto, influyen numerosos factores como los recursos de cada persona, el tipo de trauma y la angustia vivida respecto a la violencia personal y el contexto cultural.
El ciclo de noticias 24 horas al día, 7 días a la semana, nos enfrenta a destrucciones de infraestructuras, pérdidas de vidas humanas y a la observación del desplazamiento dentro y fuera de los países en guerra, lo cual, resulta muy penoso. Si bien la Argentina no es una zona próxima a las áreas de combate, la instancia de una guerra, es siempre movilizante.
Unicef estima que en España residen unas 112.000 personas provenientes de Ucrania y unas 80.000 de Rusia. "Comparten cultura, tradiciones y muchas palabras, entre ellas la palabra paz. La geopolítica internacional los está enfrentando, pero eso no tiene por qué trasladarse a las aulas y los barrios”.
Para gran parte de los argentinos, Europa representa un ámbito más cercano que Ucrania o Rusia. La posibilidad de un fuego intenso en un lugar que resulta familiar, o en donde residen afectos conocidos, despierta en las personas, una señal de alarma que altera las emociones, porque la amenaza se vuelve más tangible.
Sabemos que la pandemia ha cobrado vidas en toda la población y también ha dejado un alto precio en la salud mental de muchas personas, especialmente en niños, jóvenes y adultos mayores. Esto se debió a la ansiedad que generó el sentimiento de pérdida de control y de incertidumbre acerca de las diferentes variantes del Covid, que aún no ha terminado.
Muchas personas ya se encontraban en un límite emocional muy delicado y con la guerra (post pandemia) notaron que su umbral de tolerancia emocional, se ha visto desbordado. Las nuevas situaciones de angustia y ansiedad, se acompañan del sentimiento de no saber cómo afrontar esta nueva situación de incertidumbre.
8 claves para controlar la ansiedad
- Priorizar el sueño y la comida saludable.
- Realizar a diario algún tipo de ejercicio físico.
- Evitar la saturación de información limitando el tiempo o frecuencia de los medios y redes sociales a una cuarta parte.
- Establecer rutinas en los hábitos cotidianos: ayuda a sentir la no pérdida de control.
- Reconocer y aceptar las emociones: el miedo ligado a la confusión y la falta de energía son reacciones esperables.
- Evitar ideas catastróficas: dejar de pensar acerca de lo terrible que pudiera ser el futuro, porque de verdad no lo sabemos.
- Recordar que no se puede controlar todo: la necesidad de control genera frustración y eso resulta agotador para nuestra salud mental.
- No automedicarse y consultar a profesionales especializados.
Para los niños Unicef sugiere que :”Minimizar el peligro falsamente no les proporciona tranquilidad. Sin embargo, tener un comportamiento realista, pero tranquilo y sin dramatizar, les dará sentido de seguridad”.
La ansiedad también es vivida por los adolescentes. Es importante mantenerlos informados en cada familia acerca de la situación, no obstante, generarles una situación de tranquilidad y seguridad. También se le puede proponer un recurso para gestionar las emociones como por ejemplo trabajar por las soluciones como recolectar alimentos para los refugiados en nuestro u otros países.
El mundo está todavía aprendiendo cómo responder mejor a las diversas formas de violencia colectiva, pero hoy en día es evidente que a la salud pública le corresponde un papel destacado. Como declaró en 1981 la Asamblea Mundial de la Salud. La preservación de la paz es un factor importante para lograr la salud para todos.
*Marina Rovner
Especialista en ansiedad y pánico
Licenciada en Psicología
Magister en Comunicación y Cultura
Profesora Titular UAI
@lic.marinarovner
www.marinarovner.com